A duras penas conseguimos llegar hasta la casa. Cada paso que uno daba era una invitación para que el otro sospechase. Ambos grupos se evaluaban entre ellos con la mirada, y se mantenían a una distancia prudencial de los otros. Entre ambos yo caminaba, envuelta en la chaqueta de uno de los chicos y pegada al hombro de Ethan. Él se apoyaba ligeramente sobre mí, pero trataba de mantenerse de pie, sin mostrar el dolor que debía inundarle. Su herida se estaba curando poco a poco, pero la magia del Oni aún le debilitaba. Al verme a mí había bajado su guardia. Era mi estúpida culpa que estuviera herido.
Le miré desde detrás de mi pelo revuelto. Sus ojos captaron mi movimiento y me respondió con una sonrisa de lado.
- ¿Se puede saber qué hacías con nuestra kitsune, ogro? - La pregunta la había hecho Carlos. Caminaba frente a todos y de vez en cuando rugía en su pecho una advertencia si se acercaban demasiado.
- ¿Vuestra? - Adrián estaba jugando con fuego. - No creo que os pertenezca ¿no? -
Carlos bufó.
- ¿Intentas decirnos que te pertenece a ti demonio inmundo? Caminas con vampiros, no mereces nuestro respeto. - Ahora era Carlos quien caminaba una fina línea.
- Ya vale. - Dije. Aunque hablé más alto que ellos mi voz pareció menos autoritaria. - No pertenezco a nadie. Los lobos son mi familia. - Añadí.
Luke soltó una risa baja.
- ¿De qué te ríes, sanguijuela? - Gritó Carlos.
Luke le miró, y algo en sus ojos me hizo sentir que podría matarle si quisiese.
- Solo pienso que sois un montón de idiotas. - Y antes de que reaccionaran los lobos añadió. - El ogro y vosotros. -
Por algún motivo sentí que era mi aliado aquí. Se sentía extraño pensar en un vampiro como amigo. Me pregunté por un momento si me mataría si pudiese. Luego traté de alejar el pensamiento. Él me estaba ayudando. Eso era lo importante.
- Luke tiene razón. - Dije. - Ya vale de todo esto. Descansemos, recuperemos mi ropa y ya. Adrián solo reaccionó según sus instintos y vosotros según los vuestros. -
Se hizo un silencio pesado. Finalmente llegamos frente a la casa. Corrí a dentro. La ropa estaba en la esquina en la que la había dejado, revuelta y arrugada. Suspiré y me quité la chaqueta. Comencé a vestirme lo más rápido que pude, sintiendo a través del vínculo cómo cada segundo los lobos aumentaban su nerviosismo. No les gustaba estar en el hogar del vampiro.
No entendía bien por qué, pero creía que había algo que ellos olían que yo no podía acerca de los vampiros. Yo no había conocido bastantes, pero después de las cosas que los lobos me habían contado no había querido conocer a ninguno.
- ¡Katherine date prisa o entraremos a por ti! - La voz era de Ethan.
Me apresuré en saltar dentro de mis medias para subirlas con rapidez.
- ¡Ya voy! - Respondí. - Si alguien entra lo voy a matar - Añadí.
- ¿Ah, sí? - Una voz sin aliento sonó en mi oído.
Me giré rápidamente, encendiendo llamas azules en mis manos y poniéndolas frente a mí en posición defensiva. No había nadie.
- ¿Quién está ahí? - Dije.
Hubo un momento de silencio.
- ¿Qué? - Preguntaron desde fuera.
Bajé mis manos lentamente y corrí a fuera tan rápido como pude.
- ¡Katherine! Por fin, ¿todo bien? - Dijo Ethan, envolviéndome en su brazo sano.
Miré hacia el grupo extraño. Estaban todos allí.
- Sí. - Murmuré, y me acerqué más a Ethan para compartir su calor.
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Ocho lobos y un zorro
FantasiVivir con ocho chicos adolescentes es difícil, sobre todo cuando todos ellos son hombres lobo salvajes, o mejor dicho, muchachos-lobo, porque ninguno de ellos supera los veintidós. Y más que nunca cuando eres una chica, y aún más cuando no eres una...