XXXVII

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Allen.

Quédate callado, corazón. Por favor, quédate callado.

No quiero que él esté de pie allí, frente a mí. No quiero que me mire con esa expresión que refleja mis propios sentimientos. No lo quiero lastimar tanto como estoy siendo lastimado. No quiero que me eche de menos tanto como yo voy a extrañarlo. No quiero que se enamore de mí como yo lo estoy de él.

Quiero que esté con WooBin. Quiero que él quiera estar con WooBin, porque sería mucho más fácil no notar que nuestros sentimientos se reflejan el uno en el otro como un espejo. Si esto no fuera tan duro para él, sería fácil para mí olvidarle, fácil aceptar su elección. En cambio, mi corazón duele el doble por saber que esta despedida le está lastimando tanto como a mí.

Me está matando, porque nada, nada, podrá siquiera llenar mi vida de la manera en que él lo hace. Siento como si estuviera tirando por la borda mi única oportunidad de tener una vida feliz, y en su lugar, aceptando una versión mediocre y triste sin Serim. Las palabras de mi padre suenan en mi cabeza, y comienzo a preguntarme si él tenía razón después de todo. «Una vida de mediocridad es una vida desperdiciada.»

Nuestros ojos se mantienen en un abrazador silencio durante unos segundos, hasta que ambos apartamos la mirada, permitiéndonos ser consientes de cada cosa que hay en el otro.

Sus ojos se desplazan con cuidado sobre mi rostro, como si quisiera grabarme en su memoria. Pero su memoria es el último lugar donde quiero estar.

Daría cualquier cosa por estar siempre en su presente.

Apoyo la cabeza contra la puerta abierta de mi dormitorio y miro fijamente sus manos, aún sin soltar el marco de la puerta. Las mismas manos que yo nunca veré tocar una guitarra otra vez. Las mismas manos que nunca volverán a sostener las mías. Las mismas manos que ya nunca más me tocarán y me sostendrán para escucharme cantar.

Las mismas manos que están repentinamente acercándose a mí, envolviéndose a mi alrededor, aferrando mi espalda en un abrazo tan apretado que sé que no podría apartarme incluso si lo intentara. Pero no quiero alejarme. Correspondo. Estoy abrazándolo con la misma desesperación. Encuentro consuelo en su pecho mientras su mejilla se presiona contra la mía. Con cada pesada e incontrolada desesperación que pasa a través de sus pulmones, mi propio aliento intenta mantener su ritmo. Sin embargo, estoy jadeando gracias a las lágrimas que están saliendo a raudales.

Mi tristeza me está consumiendo, y yo ni siquiera intento retenerla mientras lloro enormes lágrimas de dolor. Estoy llorando por la muerte de algo que ni siquiera tuvo la oportunidad de vivir.

La muerte del nosotros.

Nos quedamos entrelazados por varios minutos. Tantos minutos que estoy intentando no contarlos, por temor a que hayamos estado aquí de pie demasiado tiempo para un abrazo apropiado. Aparentemente, él lo nota también, porque desliza sus manos por mi espalda y hombros, luego se aleja de mí. Levanto la cara de su camisa y limpio mis ojos antes de mirarlo.

Una vez que hacemos contacto visual, aparta las manos de mis hombros tentativamente las coloca a cada lado de mi rostro. Sus ojos estudian los míos por varios momentos, y la manera en que me mira me hace odiarme a mí mismo por amarlo tanto.

Amo la forma en que me mira, como si yo fuera la única cosa que importa en este justo momento. Soy lo único que ve. Él es lo único que veo. Mis pensamientos una vez más vuelven a una parte de la canción que escribió, la que escribimos.

Su mirada parpadea entre mi boca y mis ojos, como si no pudiera decidir si quiere besarme, mirarme o hablar conmigo.

—Allen—susurra.

Fine ||Sellen||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora