Capítulo 4

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Elisa:
La jueza suspiró profundamente, antes de decir su veredicto.

—Inocente—concluyó la jueza—No se han encontrado evidencias suficientes que incriminen al acusado del crimen del cual se le acusa—dio un martillazo en su escritorio—Se levanta la sesión.

Todos nos levantamos, y Alex corrió a abrazarme. Supongo que esto le emocionaba mucho porque este él merecía un momento como este hace 18 años, un momento en el cual un juez lo declarara inocente, y pudiera correr a los brazos de alguien especial. En aquel entonces, hubiera sido su madre, ahora, era yo.

—¿Viste? Te dije que todo iba a estar bien—le dije, mientras me apretaba fuerte entre sus brazos—Tenemos que celebrar esta victoria, ¿se te ocurre algo?—añadí, con un tono de voz sexy.

—Consíganse un cuarto—dijo Rodolfo, rodando los ojos.

—¡No seas aguafiestas!—dije, explotando en una carcajada—Y malpensado. No me refería a tener sexo, eso lo podemos hacer todos los días. Me refería a ir a cenar, caminar por la ciudad, ir a la playa, al cine, algo.

—Confieso que hasta yo lo mal pensé, Rodolfo—dijo Alex, riéndose, y yo me puse roja.

—Rodolfo, ¿vienes?—pregunté.

—¿Me ves cara de florero?—dijo mi hermano—Vayan ustedes, a demás, si se les antoja coger en medio del paseo, no quiero estar en medio.

—¡Ya! Mejor di que no quieres venir porque no estás de ánimo—agregué.

—Nuestro hermano está preso.

—Y ya le tenemos al mejor abogado trabajando en su caso. Pronto vamos a demostrar que ambos asesinatos fueron en defensa propia, y le van a bajar la condena, más lo que le bajen por buen comportamiento. Ya sabes que nuestro hermanito es un pan de Dios.

—El caso es que Chema sólo mató a Moncho—protestó Rodolfo.

—Y a Abel lo mató mi papá—dije—créeme, voy a mover cielo, mar, y tierra para sacar a Chema de la cárcel.

Y lo dije en serio: mi papá le debe mi vida a Alex, y Chema se entregó para salvarlo, así que tendrá que hacer algo para sacar a mi hermano de la cárcel.

—Eso espero—dijo Rodolfo—yo voy a hacer lo mismo. Ahora, me voy, quedé de almorzar con mi mamá, y no sabe que estoy aquí.

—Suerte—le dije—yo no soy capaz de estar cerca de ella sin atragantarme con sus aires de santa, solo porque va a la iglesia a confesarse con un cura.

Rodolfo desapareció por el pasillo, y yo abracé fuerte a Alex. Quería que sintiera que estaba con él, y que al fin iba a poder empezar de cero. Ya no había una venganza interponiéndose entre nosotros, solo estaba lo que sentíamos el uno por el otro, y estaba segura de que sentíamos algo muy fuerte.

No sabía si llamarlo amor, aún era muy pronto para saberlo, solo sabía que quería estar con él, y que no quería alejarme de su lado.

—¿Y bien?—preguntó Alex—¿Qué quieres hacer?

—Por ahora, almorzar. Me muero de hambre. Conozco un lugar por aquí cerca.

—Yo también tengo hambre, pero quisiera comer en un lugar en donde no te cobren un ojo de la cara por un plato enorme con solo una cucharada de comida en él—bromeó Alex.

—No es un restaurante fino, Alex—dije, y solté una risita—de hecho, ahí venden las mejores enchiladas, quesadillas, y huevos rancheros que he probado en mi vida.

—Ahora sí me sorprendiste—me dijo, con una sonrisa—nunca pensé que te gustara esa comida.

—Chema me llevó a comer ahí una vez, y me encantó—dije, acariciando su brazo—la comida es deliciosa, y quisiera que tú la probaras.

[1] Un Paso en Falso [¿Quién mató a Sara?]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora