Capítulo 11

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Elisa:
Nos dirigimos hacia la puerta principal, pero Alex se desvió, dejándome desconcertada.

—¿A dónde vas?—susurré alto.

—A buscar por qué ventana rota entraron tus hermanos—me dijo—no esperarás que la puerta principal esté abierta, ¿o sí?—caminó hacia mí, y tomó mis manos—este edificio está en derrumbe, pero sigue siendo propiedad de alguien, aunque lo tengan abandonado, y se hayan olvidado de él.

—Bueno, busquemos esa ventana.

Caminamos alrededor del edificio, y la decadencia de la estructura era impresionante. La vegetación cubría prácticamente todos los alrededores, y daba este aire de edificio antiguo y tétrico.

—¡Bingo!—dijo Alex, señalando un enorme hueco en una puerta de servicio—podemos entrar por aquí.

—¡Ese par de inmaduros me van a oír!—dije, molesta de tener que estar en un lugar así.

—Vas a entrar conmigo, Elisa Lazcano, porque no me siento seguro de dejarte aquí afuera, sola.

—Ni yo quiero quedarme sola con el tétrico paisaje—dije, con ironía en mi tono de voz.

Nos adentramos en el hueco, y Alex encendió la linterna que traíamos. Iluminó la habitación, y parecía ser la lavandería. Vimos lavadoras viejas, muy viejas, y secadoras. También habían cestos con sábanas, y ropa llena de polvo, sin contar las telarañas por doquier.

—Encontremos rápido a Chema y a Rodolfo—dije, abrazándome a mí misma—este lugar me da muy mala vibra.

—Es inquietante ver todo tan organizado en este cuarto, como si los trabajadores se hubieran ido a casa, y no hubieran regresado jamás.

—¡RODOLFO! ¡CHEMA!—grité a todo pulmón, pero Alex se abalanzó sobre mí, y me tapó la boca.

—¡Que la estructura no es estable, carajo!—me regañó en voz baja—Si gritas, nos va a caer el edificio encima, por no mencionar que los vecinos van a llamar a la policía.

—¡Lo siento! Es que no sé por dónde empezar a buscarlos.

—¿Siguen aquí?—me preguntó, y yo revisé su ubicación en mi teléfono.

—Los dos están aquí.

Salimos a un pasillo con tres puertas. Entramos en una, y llevaba hasta la cocina. Los platos estaban ordenados, y había algunas ollas en los lavaderos. El grifo aún goteaba agua, lo cual, había provocado que el moho se apoderara de las superficies, y los objetos. El olor a humedad era muy fuerte, y desagradable. Sentí como las náuseas volvían, y tuve que cubrir mi boca para no vomitar cuando vi que Alex abrió uno de los refrigeradores, que aún contenían comida. Galones de leche, y jugos, con un ecosistema entero de microorganismos viviendo en su interior, así como en los frascos, y las latas. El olor era asqueroso.

Alex lo cerró rápido, luego de dar una arqueada. Mi estómago rugió, y tuve que afirmarme en el marco de la enorme puerta que daba al comedor. Apreté mi panza, y no pude evitar vomitar. Alex corrió hacia mí, y sujetó mi cabeza, y mi vientre, para que yo pudiera enfocarme en sacar todo aquello que me hacía daño.

—Lo siento—me dijo, conmovido—no debí abrir esa puerta.

—La curiosidad mató al gato. Salgamos de esta habitación, ¡es asquerosa!

—Concuerdo.

Salimos a un enorme comedor, que tenía otra puerta, que resultaba ser una de las puertas a las que salía el pasillo de la lavandería. Decidimos probar otra puerta, y esta nos llevó a un gran pabellón, supongo que aquí soltaban a los enfermos mentales para que corrieran, jugaran, o lo que sea que hicieran. Alex iba sosteniéndome los brazos, los cuales, estaban cruzados bajo mi pecho.

[1] Un Paso en Falso [¿Quién mató a Sara?]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora