Capítulo 17

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Elisa:
—Bueno, el doctor Gómez se estaba quejando de tener demasiado personal hoy de todas formas—dijo la recepcionista—Mandaré a que te abran la puerta.

—Muchas gracias—dije, aún con el Jesús en la boca.

Seguí caminando, y salí de la fortaleza/hospital/base militar, no sabía que rayos era aquel espantoso lugar, solo sabía que debía irme de allí.

—Señorita—me dijo uno de los guardias.

¡Mierda, me descubrió! Pensé, y casi salgo corriendo, pero deduje que eso haría más obvio que estoy huyendo.

—La acompaño hasta la parada de autobús—añadió.

—No, gracias—le dije nerviosa—yo puedo llegar sola.

—Pero ya anocheció, y no es prudente que ande usted sola en el bosque.

—¿Piensa que porque soy mujer no me puedo cuidar sola? ¡No sea machista!

—Perdón, no quise faltarle al respeto. ¿Seguro que va bien allá?

—¡Segurísima!

Empecé a caminar hacia el bosque, y me adentré en él. ¿Estaba a salvo? No, no estaba ni cerca de estarlo. Llegué hasta el coche, y me quité este traje de enfermera, el cual, dejé tirado en medio del bosque. Me quedé con la ropa que traía puesta anteriormente, y me subí al coche rápidamente.

Traté de encender mi celular, y noté que se había apagado por falta de batería. ¡Mierda! Lo que me faltaba. ¿Qué debía hacer con esos papeles? ¿Debía entregárselos a Alex? ¡No! Eso lo pondría en un terrible peligro. ¿Debía entregárselos a la policía? ¡Sí! Eso es, a la policía. Los entregaba esa noche, y al día siguiente, adelantaría los ticket de avión para mañana mismo.

Alex y yo necesitábamos alejarnos de toda esta mierda, pero yo sentía que debía hacer algo por la memoria de esas personas que habían muerto, y para salvar a los que seguían allí atrapados, pero sin poner en peligro a Alex, ni a mí bebé. Decidí parar en un campo vacío, poco antes de entrar a la ciudad. Metí los documentos, doblados, en una cajita plástica, y los enterré bajo un árbol.

Como dije, había venido preparada con herramientas en mi mochila, entre ellas, un alicate, y una mini pala. Cubrí la zanja más o menos con las hojas secas que caían del árbol, y me subí de nuevo en el coche. Puse a cargar mi celular, y al encenderlo, vi 9 llamadas perdidas de Alex. Decidí llamarlo de vuelta, pero me mandó directo al buzón.

Karma.

Ahora era él quien estaba sin batería. Seguí manejando, cuando noté que un coche negro me seguía. ¿Eran ellos, o era mi madre espiándome de nuevo? Fuera quien fuera, no podía arriesgarme a que llegaran hasta Alex y le hicieran daño, me moría si eso pasaba. Giré el timón, y cambié mi rumbo, esta vez, a la estación de policía.

Llagué, y al bajarme, vi que habían dos oficiales afuera del edificio, que me impidieron la entrada.

—Tengo una denuncia muy importante, señores—les dije, con las pocas fuerzas que me quedaban.

—El edificio está cerrado por remodelaciones, pero nosotros estamos a cargo de recibir las denuncias—me dijo uno de ellos, y se me hizo bastante raro.

—Quisiera hablar con el comandante de esta estación.

—El señor comándate no se encuentra en estos momentos. Es su día libre, y somos solo nosotros, y el resto de los muchachos que andan patrullando la ciudad. Puede expresar su denuncia con nosotros.

—Quisiera solicitar protección policial para mí, solo por esta noche. Siento que hay alguien siguiéndome, me quieren hacer daño. ¡Me quieren matar!

[1] Un Paso en Falso [¿Quién mató a Sara?]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora