Seis

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En mi cinturón tenía todas mis armas enfundadas. Además de que escondía una pistola más pequeña en mi bota derecha y en la otra una navaja con la hoja enfundada.
Nick me advirtió que Alexander me llamaría para realizar una misión, pero no me dijo nada más.
Tal vez podría tardar días, meses o incluso años para extraer todo lo que S.H.I.E.L.D. quería sobre él.
«Asco de vida.»

Llevaba esperando durante dos horas a algún mensaje en uno de mis móviles, cual sea. Cogí la lima de uñas y comencé a limármelas aburrida. Pero en el momento que acabé de limarme las uñas de mi mano derecha un mensaje llegó a uno de mis móviles.

Motel Balboa

Solté todo el aire que retenía en mis pulmones inconscientemente y me puse un mechón de pelo tras la oreja. Iba vestida para una misión, de color negro para pasar desapercibida y con un abrigo largo que no era muy grueso para que no quedaran a la vista mis armas y evitar preguntas.

A regañadientes bajé por la escalera sabiendo que me iba a ganar la mirada de los demás, los cuales seguían con el mismo objetivo que yo tenía. Y aunque haya vuelto a Manhattan en buenos términos y ame con locura a mi hermana, no iba a dejar que ellos me lo robaran. Porque esta misión la iba a cerrar yo. Aunque ellos ni siquiera sabían que había vuelto al trabajo, ni mucho menos que perseguíamos a Pierce.

Pasé por al lado de la sala y me percaté que habían caras nuevas, pero tampoco les di mucha importancia.
—¿A qué viene tanta prisa?— escuché la voz de Natasha tras mi espalda.
Me giré neutral, —He quedado.
Arqueó una ceja y me miró incrédula, —Se puede saber con quién.
—Tasha, tranquila, es un viejo conocido— dije para calmar esa versión de hermana sobre-protectora. Respecto a lo de «conocido» era la única alternativa que podía usar para que la excusa sonara creíble, nunca tuve amigos, en mi profesión aprendes a estar en una constante alerta y en misión cada rato, sin vacaciones.
Stark se giró y me hizo un ademán para que me acercara, —Cloe, ¡ven!
Le dediqué una mirada de confusión a mi hermana y ella sólo me sonrió.
En pasos apresurados me acerqué a él, mientras que un hombre vestido con colores negros y con un semblante serio no despegaba su vista de mí. —¿Qué pasa?
Stark se levantó del sofá y se puso a mi lado, —Cloe, este es Peter Parker— dijo mientras el chico de unos 17 años me saludaba.
Soy Spiderman— sus mejillas se tornaron a una suave tonalidad de rojo, sonsacándome una sonrisa ante su ternura.
—Encantada de conocerte, niño araña.
Aún sentía esa mirada clavada en mi espalda y estaba consiguiendo que se desapareciera la sonrisa de mi rostro lentamente, tensándome.
—Ella es Wanda y él es Pietro.
Ambos me sonrieron en respuesta y yo les devolví el gesto.
Crucé los brazos sobre mi pecho empezando a perder la paciencia por la molestia que me estaba causando el pelinegro que no despegaba sus ojos de mi.
Stark como último trayecto de presentación de las personas en la sala me condujo hasta el molesto hombre que me estaba sacando de quicio.
—Y él es James Buchanan Barnes.
El mencionado se levantó sin despegar sus ojos de los míos mientras que yo también le sujetaba la mirada con un semblante de pocos amigos y dijo, —Soy Bucky.
Descendí la mirada por un momento hasta su brazo. «Es de metal.»
Él se percató y puso los ojos en blanco ladeando una sonrisa.

Me distancié un poco de todos y con una sonrisa forzada me despedí, —Un placer conoceros a todos, luego hablamos.
—¡Quédate un rato más!— insistió Natasha mientras que yo me acercaba a la salida.
Me despedí finalmente con la mano y rápidamente me subí a la moto que me compré ayer.
«Lo único bueno de trabajar es que me pagan» y no era poco...

Aceleré saboreando el impacto del aire contra mi cuerpo, haciéndome sentir poderosa. Amaba las motos, siempre me habían gustado. Y a los dieciséis decidí sacarme el carnet. Conduje a toda mecha hasta el motel Balboa conocido entre los pandilleros para realizar actos ilegales, popularmente la venta de drogas exóticas.

Vi a Alexander Pierce en una furgoneta blanca embarronada frente al motel. Se veía serio. Con un aire de obstinación y cansancio.
Me quité el casco de la moto y me acerqué a su coche con cuidado de que no hubiera nadie vigilándome. Toqué dos veces sobre su ventana y él la bajó levemente.
—La puntualidad es muy importante en este trabajo, debería saberlo usted muy bien, señorita Romanova.
—Había un atasco—mentí. Desde la cercanía se hacían más notables sus arrugas por la edad y alguna que otra cicatriz en sus pómulos que tenían pinta de habérselas hecho un cuchillo.
Me miró con desconfianza, —Nada puede salir mal.
Y tanto que nada podía salir mal. Me leí los documentos que me pasó ante uno de sus agentes muy detalladamente. Tenía que infiltrarme en uno de las empresas científicas más importantes del país.  Debía extraer la fórmula de la dosis número 7628 —pero hasta ahora no me había dicho para qué—. Y eso tan sólo era la fase 1.
Empezó a conducir hasta la empresa y yo me digné a preguntar, —¿Para qué quieres la fórmula?
Tomó una gran inhalación de aire como si le costara aguantar mi presencia. —Sospecho que están modificando la genética de la gente que está falleciendo y provocando que se hagan más fuertes y dándoles más tiempo de vida.
—¿Y cómo es que no nos hemos enterado el resto del mundo de esto?— dije incrédula por su respuesta.
—El FBI y la CIA están manteniendo todo bajo la sombra, pero no durará mucho. Tiene muchos efectos secundarios esa dosis, entre ellos que pierden la estabilidad psicológica y tienden a convertirse en verdaderos psicópatas— hizo una breve pausa y me tomé la libertad de analizarle. Estaba tenso y su desagrado ante su presencia no lo pasaba por alto, «¿Por qué tanto nerviosismo para una misión? Se supone que el un día fue uno de los mejores espías reconocidos en la base.»
Señaló una bolsa que estaba en frente de la luna del coche. —Esa es tu ropa, tendrás que hacerte pasar por una científica. Así que espero que vayas preparada, voy a hacer una parada para que puedas vestirte en la parte de atrás.
Asentí en silencio. Para mi suerte la parte de atrás de la furgoneta tenía una cortina, haciendo más ameno el trabajo.
Alexander paró y yo cogí la bolsa y fue a cambiarme en la parte de atrás. No era ninguna opción la de dejarme mis armas. Por supuesto que las llevaría conmigo.

Terminé en menos de diez minutos de cambiarme a por una camisa de rayas blancas y azules, unas gafas falsas, unos pantalones ajustados que por suerte no me apretaban y me dejé mis botas. Además me puse una bata blanca en la que colgaba una identificación que ponía: Bridget Jones. Científica.
Respecto a mi cinturón enfundado de armas lo tuve que dejar en la bolsa junto mi demás ropa, pero mantuve las armas que habían en mis botas en su sitio.

Agradecí los libros científicos de Banner en mi librero, sin duda me ayudaron a mantener un concepto base en cómo debía de hablar y así mantener mi coartada.

—Ya estamos— escuché decir a Pierce desde el asiento de conductor.
«Allá vamos. Cloe Romanova, demuestra de lo que estás hecha.»

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Nota de la autora:
¿Qué opináis? :)

¡Espero que os esté gustando! <3

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