Nueve

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Había vuelto de correr por la ciudad. Eran las ocho de la mañana y una fina capa de sudor me cubría la frente, mis respiraciones eran irregulares y cuanto más me acercaba a la base a más gente veía.

El chico araña se movía de un lado a otro, consiguiendo marearme. Se mostraba preocupado.
—¿Qué te pasa?
Se paró en seco y me miró, jugueteando con las manos torpemente. —He...— hizo una breve pausa intentando buscar las palabras, — He roto el traje.
Enarqué una ceja, tenía que ser una broma. —¿En serio? Déjame verlo.
Hizo un ademán sigilosamente para que le siguiera procurando que nadie se fijara en nosotros y entramos en una habitación, de la mochila negra que le colgaba en la espalda sacó su traje y lo extendió sobre la cama, mostrándome algunos cables sueltos y rozaduras en las mangas.
Peter comenzó a moverse de un lado a otro, comenzando a desquiciarme.
—Estate quieto, ¿quieres?
Me obedeció al segundo sin rechistar.
—Si lo que te preocupa es el sermón que te va a dar Stark olvídate. Lo más seguro es que te haga uno nuevo y mejorado.
Me volteé para mirarle y sus ojos apuntaban al traje. Se notaba que la idea de que se le hubiera roto el traje no le alegraba ni lo más mínimo, tomé una inspiración y puse mi mano sobre su hombro intentando reconfortarle, provocando que su atención se dirigiera a mi. —Venga, no te deprimas. Se iba a romper tarde o temprano, es el coste de ir salvando al mundo.
Intentó sonreírme pero volvió a su semblante decaído, —Gracias, por... esto.
—No es nada— le sonreí amablemente y salí de la habitación.

No di muchos pasos cuando me topé con James. Casi podía pasar desapercibido con esa camiseta negra y vaqueros, si no fuera por su metálico brazo y su semblante inexpresivo que me perseguía continuamente.
—¿No es un poco pequeño para ti?— me dijo en tono burlón.
Contuve la risa, ante el comentario. —¿Algún problema, James?
Dio unos pocos pasos hacia mi, pero no me moví. —Bucky— me corrigió.
Antes de que pudiera continuar hablando le interrumpí, — Pues bueno, Bucky— enfaticé su apodo —, tengo cosas mejores que hacer que continuar con esta charla.
Me alejé de él, no sin antes chocar mi hombro con el suyo bruscamente, y juraría que pude ver de reojo como se le curvaron las comisuras de sus labios hacia arriba, haciéndome poner los ojos en blanco. «Ughh, hombres...»

Natasha hablaba animadamente con Steve y el susodicho no podía evitar mirarla con una suave sonrisa. Le di un trago a mi café mientras fulminaba con la mirada al abuelo.
Un carraspeo se hizo hueco a mi lado. —Disimula un poco al menos— se burló Clint.
—No sé de que me hablas...
—Claro, que lo sabes. Un poco más y te lanzas contra el capitán y le haces añicos.
Evité sonreír ante la idea. Me giré mirando al arquero, —¿Y eso que estáis todos aquí reunidos tan temprano?
Se frotó la nuca algo incómodo, —Como sabrás tenemos una misión, y siempre que tenemos una nos venimos a la base a vivir hasta que se acabe, para estar al tanto de las cosas.
—¿Y cómo lleváis la misión? ¿De quien se trata?— dejé mi taza sobre la mesa y me enfoqué en Clint. Él no sabía que yo estaba en la misma misión, ni que el mismo Nick Furia me había pedido que hiciera mi trabajo a escondidas de ellos.
—Sabes que es confidencial.
—Nos conocemos de toda la vida— dije sorprendida por su respuesta. —Soy de fiar— o tal vez, no...
Tomó un gran suspiro, —Como me entere de que se lo has contado a alguien, te enteras...— me amenazó él voz baja y yo sonreí.
—Sí, capitán— me burlé.
Nos marchamos hasta el exterior lejos de los oídos ajenos de cualquier vengador, —Estamos persiguiendo a Alexander Pierce, el mismo que trabaja en S.H.I.E.L.D. Resumidamente hemos descubierto que quiere hacer un ejército gracias a un suero y hace poco descubrimos que una mujer le está ayudando.
«Mierda»
Tragué saliva suavemente y actué lo más normal posible. Había actuado y mentido miles de veces, pero se me hacía algo difícil con Clint... El me conocía, y sabía que podía darse cuenta si mentía o no.
—Parece complicada la misión.
—No te creas, él es un blanco fácil, lo curioso del asunto es quién es esa mujer y por qué está metida en esto.
—Podría ser su exesposa— dije encogiéndome de hombros.
—No, está mujer que estamos buscando es más esbelta y se mueve con bastante agilidad— tomó una bocanada de aire y sin decir nada más del tema se dio la vuelta y me dijo —:Vamos a entrar ya.

Las horas pasaron y permanecía lo más alerta posible. Todos seguían aquí, en la base. Estaba en la boca del lobo, un paso en falso y sabrían que estoy en una misión y después Furia me despediría. «Mierda, yo solo valgo para esto, no sé qué haría si me echaran.»

Subí a mi habitación y revisé el móvil. Un mensaje, de Furia.

En el Woodies & Joe

Entré al Uber que había pedido por teléfono y agarré el suero con la mano dentro del bolsillo de mi chaqueta. Natasha y Tony me habían preguntado a dónde iba y que si se podían venir conmigo, pero tras convencerles de que voy a ver a un chico pararon. Lo más seguro es que con el tiempo se piensen que estoy saliendo con alguien y me darán mi espacio.

Pagué al conductor y entré a la nueva cadena de restaurantes. Todos los asientos del local eran rojos con detalles naranjas. El suelo parecía un tablero de ajedrez con losas negras y blancas y el sonar de los patines que llevaban las camareras hacía eco en el establecimiento.

Tomé una breve inspiración y directamente me acerqué hacia Nick donde tomé asiento delante de el sin decir nada.
—¿Has averiguado que quería?—. Vestía una sudadera que ponía "Harvard" de color gris y roja lo que se me hacía algo raro. Nunca antes le había visto con ropa casual. De hecho pensaba que todo su armario estaba lleno de trajes y camisas.
—Mucho mejor, lo llevo encima— cogí el menú cuidadosamente con la mano en la que sujetaba el suero y se lo di.
—¿Cuantas muestras existen de esto?— comentó observándolo.
—Que yo sepa dos. Él tiene la otra.
—Entendido.
—Hay varias fases en su plan— antes de que continuara hablando él me interrumpió.
—Lo sé, tengo oídos en todos lados.
Asentí en silencio.
—Quiero saber todo lo que hace y quienes son sus contactos— espetó mientras miraba el menú del local.
Una camarera de unos treinta y pocos se acercó patinando hacia nosotros con un bloc de notas y un bolígrafo de color negro en su mano izquierda, su pelo recogido en una trenza de espiga se deslizaba sobre su hombro y sus ojeras te daban a entender que estaba demasiado cansada. —¿Saben ya lo que quieren para tomar?
—Los aros de cebolla y una cerveza— respondió Nick sin mirarla y ella me miró tras apuntarlo en el papel, —¿Y usted señorita?
—Estoy bien, gracias.
Y sin más la camarera se fue a la barra.
—¿Crees que es buena idea involucrar a los demás en est0? ¿No lo pondrán todo en peligro?— dije en voz baja sin que nadie me escuchara excepto él,
Levantó su mirada de la carta para fijarla en la mía, tajante. —Todo lo que hago tiene un motivo. Y si ellos están en esto es porque tiene que ser así.
Asentí, inconforme con su respuesta.
—Por tú bien y tu trabajo, que no te descubran.
Inevitablemente al escuchar eso sentí como algo dentro de mi se revolvía. Mierda, tenía que hacer esto muy bien. Porque sino estaba acabada.

Me juego la vida en mi trabajo, literalmente y lo único que pido a cambio son tres cosas.
    Uno: Respuestas claras y directas a mis preguntas.
    Dos: Que me paguen.
    Tres: Que me tomen en serio y que me valoren.
Pero siempre, no sé por qué nunca me satisfacen lo primero ni lo tercero. «Todo lo que hago tiene un motivo» ¿Qué clase de respuesta es esa?
—Ya puedes irte. Y recuerda que esto quede entre tú y yo.
—Entendido— y sin esperar algo por su parte me levanté y me fui.

Nota de autora: Espero que os guste :) Intentaré estar más activa, ¡lo prometooo!
Esta historia cada vez se pone mejor 😏 ¿qué pensáis al respecto?

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