Luna

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En un pueblecito del lejano oeste, de pocos habitantes y alejado de cualquier ciudad. Había una calle principal en la que se encontraban todos los comercios del pueblo. Los habitantes vivían más o menos cerca de aquel lugar, aunque algunos más lejos que otros debido a que necesitaban más espacio para los cultivos y el ganado. Ninguna familia era más importante que otra, incluso el alcalde  y el sheriff eran de las familias más humildes pese a ser importantes.

Todos los habitantes de aquel pueblo, habían ido a la escuela, incluso las mujeres pese a que en aquellos años era impensable que eso ocurriese. Al ser un pueblo pequeño todo el mundo se conocía por lo que no podían ser ocultados algunos de los escándalos del pueblo, pero sí que había uno que nadie conocía, era el secreto mejor guardado de esas dos personas.

Las familias de aquellas dos personas eran muy estrictas y, por lo tanto, muy reservadas respecto a las demás familias del pueblo. Hacía un año se había formado un gran escándalo cuando el hijo del sheriff se había marchado y nadie sabía nada de él, bueno alguien sí lo sabía. El sheriff, Fugaku Uchiha, había estado buscándolo hasta lo que parecían los confines del mundo, pero después de un año nadie lo había encontrado aún, pese a que seguían buscando incansablemente, pero nadie había mirado en el lugar en el que se encontraba, ya que estaba en un lugar en el que ni siquiera su padre podía adentrarse.

Cerca de donde se encontraba aquel joven, empezaron a escucharse unos pasos, eran pequeños y, por supuesto, los reconocería en cualquier parte. La dueña de aquellos pasos se escapaba cada noche para llevarle víveres, ¿cómo lo había descubierto? Ni el lo sabía, lo único que sí sabía era que ella aún no había dicho donde se encontraba a nadie. También le había llevado en ocasiones algunas ropas y cosas indispensables para el aseo y el buen mantenimiento. Al verla no le extrañó verla con aquel hematoma que portaba en la mejilla y con un saco de patatas con los víveres que todos los días le llevaba.

-Hoy te has retrasado - afirmó el muchacho viendo que ella ni siquiera quería mirarlo a la cara, parecía estar avergonzada-.

-Lo-lo siento, señor -contestó trabandose un poco al hablar-.

-No tiene que llamarme señor, ya se lo dije señorita - pronunció el muchacho mientras que lo miraba-.

-Lo sé, señor - el joven rodó los ojos al escucharla de nuevo y vio como le extendía el saco-.

Él agarró lo que le estaba entregando y lo colocó donde siempre, mientras veía que ella estaba indecisa y que no sabía si quedarse o marcharse, aquello le hizo pensar que la joven se decídia o no a contarle algo. La conocía lo suficiente como para saber que aquello a la vez que le afectaba tenía que avergonzarla, lo cual lo hizo pensar que se debía a algo sobre su condición.

-¿Tiene prisa señorita?-Preguntó sorprendiendo a la muchacha.

Vio como la joven negaba y caminaba hasta el asiento que el le estaba ofreciendo a su lado, sabía que la situación de la joven era complicada y que a su vez era complicado expresar como se sentía respecto a algunos hechos que le hubiesen ocurrido. Ciertamente, muchas veces le daba la sensación de que no tenía nadie a quien contarle todas aquellas cosas que le pasaban. Desde el principio le fastidiaba mucho ese tartamudeo, pero finalmente se había acostumbrado a el.

-¿Es de su gusto contarme algo señorita? - Preguntó el joven sabiendo que ella no iba a decirle nada sino  lo hacia,

-Ho-hoy esas chi-chicas volvi-volvieron a molestar-molestarme -contestó la joven manteniendo su mirada en ninguna parte incapaz de mantener la mirada con el mientras que lo expresaba-.

-¿Te hicieron lo mismo que la última vez? - Preguntó el joven viendo como la muchacha negaba.

Aquello que le pasaba le daba mucho coraje y ganas de volver para callar la boca a todo el mundo, pero ella en repetidas ocasiones durante ese año le había dicho que no pasaba nada y que se encontraba acostumbrada a ese comportamiento por parte de todo el mundo. El no entendía el comportamiento de nadie de aquel pueblo, todos parecian ser buenas personas, pero se empeñaban en tratar mal a aquella joven que a su entender es muy dulce, para ser tratada así  solo porque para todo el mundo era retrasada y un castigo para su familia.

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