Celos

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Debo admitir que jamás me considero alguien paciente.
Que en la noche no me dejarán ni tomar un café en paz me molestó.
Pero ver a un idiota enfrente de la casa de Vanya esperándola encerio me enfureció.
Y más me enfureció que me importará.
Yo no era así antes de ella...
Yo era solo yo.
Yo no necesitaba nada que no fuera yo.
Era el mejor asesino de la historia.
Guapo.
Inteligente.
Con clase.
Podría tener el mundo a mis pies si lo quisiera.
Planeaba dejar de lado las cosas triviales como el amor, el sexo y las adicciones para gente tan patética como mis hermanos.
Iba a ser un hombre de puro intelecto.
Un hombre por encima de todos.
Y sin embargo aquí estaba.
Queriendo matar a un idiota que sonreía de más.
Con dos cafés en la mano.
Ese idiota que no sabe que está tirando muy alto.
Ella era mía.
Lo decidí hace años.
Y no iba a cambiar por un idiota como el.
Después de todo no creo que un idiota menos en el mundo afecte demasiado.
Un corte, otro corte allá y se llamaba.
Después se todo la única persona más poderosa que yo era Vanya.
Me tenía a sus pies.
Y por lo tanto ella me mandaba.
Supongo que no estará mal tener una compañera.
Alguien como ella, tan dulce, tan paciente, tan hermosa servirá para que yo pueda tener hijos y no me sienta solo.
Arreglaría todo.
Estaríamos juntos.
Con la misma edad.
En un tiempo donde ya no importara la destrucción, que técnicamente no seamos hermanos y por sobre todo.
¡Que no allá gente babosa que piense que me la puede quitar!
Seremos ella y yo.
Seremos el todo...
Vi como Vanya bajo y por un momento pensé vagamente en atraparla y saltar a un lado donde ese idiota no estuviera.
Pero agradecí esperar porque pude ver cuando ella se acercó a el como sonría forzadamente, como sus ojos no brillaban como cuando estábamos juntos.
Ese idiota no le gustaba a Vanya ni para tapete de baño.
Y no pude evitar sentir felicidad de saber que ella se veía aún feliz conmigo.
Habíamos estado años separados y sin embargo anoche me seguía viendo cómo cuando teníamos la misma edad ambos.
Cuando ella era para mí solo un perro.
Cuando yo era para ella un gato gruñón.
Pero ahora estamos juntos.
Me di cuenta cuando volteo a dónde estaba mi escondite y sonrió.
Ella era mía.
Al igual que sus sonrisas.

Cinco odia sentirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora