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Harry frunció el ceño y miró las fotografías por enésima vez en la mañana. Después de estudiar los informes sobre Alissa Barlett, a quien estaba esperando, había llegado a la conclusión de que no le convenía en absoluto.

Él nunca había sido un hombre indeciso, pero ya no tenía claro que la decisión de casarse con aquella mujer fuera una buena idea. Por lo visto, sus abogados no habían hecho bien su trabajo. Alissa Barlett cumplía todos los requisitos que había impuesto, incluidos los físicos, pero sólo tuvo que echar un vistazo a las transcripciones de las entrevistas y a su perfil psicológico para saber que no le gustaba. Era egoísta, extremadamente voluble, fría como el hielo desde un punto de vista emocional y, a pesar de su educación universitaria, algo estúpida.

En otras circunstancias, no le habría importado; a fin de cuentas, nunca había querido nada serio con una mujer. Pero lo de Alissa Barlett resultaba inadmisible: toda una acumulación de defectos de carácter. Además, Yelena no era idiota y sólo tendría que mirar su cara para saber lo que llevaba en el corazón.

De hecho, Harry había cambiado sus planes originales y había decidido conocerla antes de la boda porque no quería dejar cabos sueltos ni llevarse sorpresas desagradables en el último minuto. Y ahora, mientras esperaba, se maldijo para sus adentros y deseó que faltara a la cita; así podría romper el contrato y poner fin a aquella locura.

Alissa suspiró y se miró en el espejo con inseguridad.

– Ésta no soy yo -objetó.

– Ni tienes que serlo. Se supone que soy yo quien se casa -le recordó Alexa-. Además, no puedes presentarte con andrajos cuando se supone que debía comprarme todo un vestuario nuevo antes de la boda. Tendré que darte toda mi ropa si queremos que salgas con bien de esta farsa.

– No quiero tu ropa No es de mi estilo...

– ¿De tu estilo? Tú no tienes estilo, hermana -declaró con ironía-. Lo único que haces es ponerte ropa cómoda, ancha y barata. Sí quieres ganarte la aprobación del ruso, tendrás que ser elegante.

– ¿A esto lo llamas elegancia? Parezco un arbolito de Navidad -dijo, mortificada con su aspecto.

Alissa se movió inquieta y la falda corta del vestido negro dejó ver la enagua de encaje rosa que llevaba debajo y que le producía picor en las piernas. Además, los zapatos de tacón alto le hacían daño y el cuerpo del vestido le apretaba más de la cuenta porque tenía bastante más pecho que su hermana.

– ¡Es demasiado pequeño para mí! -protestó.

– Te queda bien, Alissa. Es cierto que yo estoy más delgada y que me sienta mejor a mí, pero qué se le va a hacer... de todas formas, me alegro de que te quedes con mi ropa. Dentro de poco mi embarazo será evidente y no podría lucirla de todas formas. Ah, y asegúrate de no dejar el abrigo en cualquier sitio; el mundo está lleno de ladrones -comentó Alexa.

Un hombre enormemente alto y de hombros casi tan anchos como su altura, llamó a la puerta de la casa para anunciar que el coche la estaba esperando abajo. Alexa se escondió para que no la viera y su hermana le preguntó su nombre, cuánto tiempo llevaba trabajando para Harry y adónde iban. El hombre era extranjero y apenas conocía su idioma, así que no se entendieron; pero cuando ya habían subido al coche, se giró hacia el asiento de atrás y dijo:

– Borya.

– Encantada... yo me llamo Alissa -declaró ella.

El vehículo se detuvo frente a un club famoso, con docenas de personas de aspecto elegante que esperaban entrar. Borya la escoltó hasta el vestíbulo; ella se detuvo en recepción y se quitó el abrigo para dejarlo en el vestidor a pesar de la advertencia de su hermana.

Magnate - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora