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Harry apareció en el yate más tarde de lo que había planeado. En sus ojos todavía resonaba la voz de Yelena, con quien había hablado una hora antes. Su abuela había visto a Alissa en televisión, sola, y estaba enfadada con él por haberse marchado a Londres inmediatamente después de la boda, Harry pensó que su esposa le había causado una impresión más que buena, porque, de lo contrario, Yelena no se habría atrevido a meterse en su vida sentimental.

El yate había anclado en una de las islas griegas, en el puerto de una pequeña localidad de casas blancas y cipreses afilados. Harry no se había molestado en llamarla por teléfono para avisarla de su llegada; llegó en helicóptero a la localidad y subió al barco enseguida. Su esposa se encontraba en cubierta. Llevaba el cabello suelto y se había puesto un vestido largo y sedoso, de color azul.

Al verla, sonrió de oreja a oreja sin poder evitarlo. La sonrisa de Harry la desconcertó tanto como su aparición súbita y el profundo impacto que le causaba aquel hombre de piernas largas, caderas estrechas y hombros anchos.

Llevaba un traje negro que le quedaba a la perfección e irradiaba carisma y energía.

Harry Styles le gustaba tanto que sintió un calor intenso entre las piernas y sus pezones se endurecieron al instante.

– ¿Champán? -preguntó él.

Harry descorchó la botella que había pedido de camino a cubierta, llenó dos copas y le dio una.

– ¿Qué estamos celebrando?

Él arqueó una ceja.

– Dímelo tú. Doy por sentado que tu presencia en el barco significa que has decidido quedarte conmigo...

Alissa pensó en una docena de respuestas posibles, todas las cuales incluían el hecho de que no tenía más remedio que quedarse con él. Pero entonces se acordó de que a Harry siempre le había molestado que se escondiera tras toda una gama de excusas con tal de no admitir que lo encontraba atractivo, así que decidió ser más directa.

– Sí. Me voy a quedar.

– Veo que el sentido común ha triunfado, milaya moya -dijo él-. Nos necesitamos el uno al otro.

Ella bebió un sorbito de champán.

– Sólo siento estar de vuelta por una cosa -continuó él-. Ahora que estás a mi lado, ya no tendré sueños eróticos en los que imagino que te retengo como prisionera, atada a los pies de mi cama...

Alissa se excitó un poco más y su corazón se aceleró. Le pareció increíble que la idea de ser prisionera de Harry le resultara excitante, pero era verdad.

– Créeme. No he pensado en nada más -añadió Harry.

– Oh, vamos, seguro que has dedicado todo tu tiempo a comer, dormir y hacer negocios -bromeó.

– Sí, eso es verdad, pero sólo porque quería volver contigo cuanto antes. Tú eres la única recompensa que quiero.

Harry la besó en la boca con sensualidad y hundió los dedos en su cabello.

Mientras la besaba, bajó una mano y la cerró sobre sus senos, que a continuación empezó a acariciar. En pocos segundos, Alissa estaba tan fuera de sí que gemía de placer. Harry suspiró entonces, la tomó entre sus brazos y la llevó al interior de la embarcación.

Ya habían llegado al camarote y le estaba separando las piernas para levantarle el vestido y explorar su sexo con los dedos cuando le preguntó:

– ¿Tendré que atarte?

Ella volvió a gemir cuando sintió que le acariciaba el clítoris.

– Sí, creo que será lo mejor... -acertó a contestar

Magnate - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora