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Alissa no había conocido a un hombre tan seguro de sí mismo en toda su vida. Esperaba lo mejor y no se conformaba con menos; hasta había comprado un club para cambiarlo y sentirse más cómodo en él.

Supuso que un hombre tan exigente habría encontrado inadmisible el fracaso de su primer matrimonio. Pensó que tal vez fuera ése el motivo por el que quería plantear su segundo matrimonio como un negocio, con contrato y condiciones. Pero después se acordó de que el acuerdo sólo contemplaba dos años de vida en común, al cabo de los cuales, se divorciarían.

Si quería casarse otra vez, sería por otra cosa. Y no imaginó por qué.

– Estás muy callada -dijo él cuando el ascensor se abrió.

A partir de ese instante, ya no tuvieron ocasión de hablar. En cuanto entraron en la sala de baile, Harry se vio rodeado por una nube de mujeres entusiastas. Alissa no había visto nada igual en su vida. La empujaron, se la llevaron por delante y la apartaron para tocarlo, coquetear abiertamente con él y hasta hacerle pasos de baile como si fueran bailarinas intentando convencer de sus habilidades a un director de escena.

Alissa empezó a entender su seguridad. Estaba acostumbrado a ser el centro de atención. Y por su forma de actuar, supo que las habría dejado plantadas a todas, con total tranquilidad, si ése hubiera sido su deseo.

Harry la llevó hasta una mesa donde ya se encontraba Borya. Los siguieron dos mujeres bellísimas, que no se apartaron en ningún momento de él ni perdieron palabra de lo que decía. Parecía estar en su elemento. Y lo estaba. Para unos, Harry Styles era un mujeriego; para otros, un profundo conocedor de la naturaleza femenina.

A lo largo de los años había aparecido una y otra vez en las portadas de las revistas, siempre en compañía de alguna belleza y siempre en un club de moda, un yate o cualquiera de los edificios impresionantes que poseía en Londres. Sus relaciones amorosas nunca duraban mucho, pero era tan poderoso, que las mujeres se lo rifaban de todas formas.

Harry miró a su alrededor y se llevó la enésima sorpresa del día al ver que Alissa se había marchado y se había sentado sin más. Era la primera vez que una mujer lo trataba con tanta indiferencia, y eso que sólo faltaba una semana para que se casaran. Además, él no había organizado aquel acto público para que se mantuviera al margen. Tenía que fingir que estaba enamorada de él. Tenía que asumir el papel que le correspondía.

Alissa echó un trago de vodka mientras él se alejaba para bailar con sus admiradoras. Si Harry estaba enfadado con ella por su falta de habilidades sociales, ella lo estaba con él porque le parecía inaudito que coqueteara con otras mujeres cuando iban a casarse.

De haber sido una cita normal, lo habría dejado plantado y se habría marchado a casa. Pero no era una cita normal. Estaba condenada a quedarse allí y hacer el ridículo mientras él la dejaba en mal lugar buscando otras compañías.

Empezó a dar golpecitos, nerviosa, y decidió que sólo le concedería diez minutos más; pero se llevó una sorpresa enorme cuando un rubio terriblemente atractivo se plantó delante de la mesa y le pidió que bailara con él.

Alissa aceptó sin dudarlo. Era una perspectiva más agradable que seguir sola y aburrida.

Cuando Harry la vio con el rubio, su irritación aumentó sustancialmente. No podía creer que estuviera bailando con aquel tipo y que bailara de un modo tan aparentemente sensual y provocativo.

Sus ojos dorados, fríos como los de un lobo siberiano, se clavaron en la curva de sus caderas y en sus largas piernas. Después, caminó hacia la pareja e hizo un gesto al rubio para que se marchara de inmediato. En cuanto se quedaron a solas, puso las manos en los hombros de Alissa y dijo:

Magnate - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora