Capítulo 2

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―¿Podría darse prisa? ―preguntó impaciente Claudia al conductor del taxi, quien la miró por el espejo retrovisor con mala cara. Era la quinta vez que preguntaba lo mismo y comenzaba a perder la calma.

―Señorita, estoy en la máxima velocidad permitida ―contestó con una sonrisa forzada.

―Lo siento, pero solo si pudiera acelerar otro poquito...

El hombre solo sacudió la cabeza y se concentró en el camino, ignorando sus nada sutiles peticiones.

Cuando bajo del vehículo ni siquiera se molestó en recibir el cambio, subió de prisa los escalones de la entrada e ingreso al edificio. Oprimió el botón del ascensor y entró, moría por saber más sobre ese hombre que la había cautivado. Así que esperaba que su amiga hubiera hecho su trabajo y que le hiciera saber más sobre él.

―¡Llegue! ¡Llegue! ―gritó mientras entraba en el departamento y cerraba la puerta con el pie. Ise la miró con cara de póker, claramente sorprendida. Claudia era un caso, pero ahora parecía un huracán. Dejó la malera junto a la puerta y corrió hasta donde estaba―. ¡Llegue! ―repitió dejándose caer a su lado.

―Ya escuché. Deja de gritar. ¿En que llegaste? ¿Volando?

―No, en un taxi. Dime que averiguaste. Anda, anda.

―¡Oye! Al menos deberías saludarme. ―Negó―.Te vas por dos semanas y ni siquiera me das un abrazo.

―Hola Ise, te extrañe ―murmuró, dándole un rápido abrazo―. Ahora dime. ¿Qué encontraste?

―¡Dios! No tienes remedio.

―Ya dime. Anda, quiero saber. Sabes que no puedo con las ansias.

―Tranquila. Si me presionas no puedo.

―¡Por favor!

―Ok, ok. ¿Recuerdas que te dije que me sonaba de alguna parte su nombre?

―Sí y yo te dije que no lo creía, porque estoy segura no lo habría olvidado. ¿Qué con eso? ―Su amiga sonrió de lado, al pensar en lo irónico que eran las cosas.

―Resulta que ese hombre "hermoso", como lo describiste, es nada más y nada menos que el dueño y presidente de la empresa publicitaria Sun.

―¿Sun? ―Claudia recordaba de alguna parte ese nombre, pero no lograba ubicarlo.

―¿No lo recuerdas? ―preguntó Ise, al ver su expresión pensativa.

―Si te soy sincera. No. ¿Debería?

―Es la empresa que te envió una invitación para trabajar con ellos, la misma que rechazaste sin considerarlo.

―¡¿Qué?! ¡No! ―De un salto se puso en pie―. Eso no puede ser. ¡Dime que no es cierto! ―suplicó a su amiga, quien negó con la cabeza. "No puede ser. ¿Y ahora qué hago?" pensó mientras se paseaba de un lado a otro por la sala de su departamento, ante la mirada divertida de su amiga.

―Vaya que el destino es cruel ―comentó Ise observando la pantalla de su laptop―. ¿Qué piensas hacer?

―No tengo idea. ―Se dejó caer a su lado y dejó escapar un suspiró―. No lo sé.

―Podrías solicitar una entrevista.

―¿Cómo? Dijiste que rechace su oferta.

―Cierto, pero no pierdes nada probando. Lo peor que podría pasar es que te la negaran o que te ofrecieran menos salario. ―Claudia la miró suplicante.

―Dime que debo hacer ―pidió a su amiga, sin estar segura. Lo cierto es que el puesto ofrecido por la otra empresa la había flechado, como ella decía, y por eso ni siquiera lo consideró.

Enamorando al EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora