Capítulo 21

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~Claudia~

Esta no parece una buena semana. El tiempo parece estar encima. El lunes deben estar terminados los reportajes para el nuevo número de la revista, para enviar a impresión. Lo malo es yo aún no tengo la menor idea de que debo hacer con el asunto de la entrevista que no pudimos realizar. Y sumado al dolor de cabeza que tengo y al hecho de no haber visto al zorro casi desde la cena en grupo. Esperaba me echaba en cara lo dicho por Ise y el asunto del vestido. Aun así, tampoco he dejado de pensar en la expresión que mostró cuando me iba de su piso, en otras palabras, no puedo concentrarme. Solo hay algo que tengo claro, no debí tomar tanto.

Es como si lo hubiera invocado, cuando levanto la mirada al escuchar un golpe en la puerta.

―¿Puedo pasar? ―¿Qué rayos hace aquí? «Le pedías que te quitará el vestido» No puede ser eso, ¿verdad? ¡Joder!

―No ―contesto cruzándome de brazos―. Tengo mucho trabajo.

Él me dedica una sonrisa y de todos modos entra, cerrando.

―Prometo no quitarte mucho tiempo.

Entrecierro los ojos, mirándolo con sospecha. ¿A qué has venido, Choi? ¿Apagar la tintorería de mi ropa? Pienso, pero realmente no deseo sacar el tema, aunque casi puedo jurar que ha venido a burlarse de mí. ¿A que más podría venir? ¡Idiota!

―Habla. Tienes 2 minutos.

―De acuerdo. ―Mete las manos en los bolsillos, con una expresión inocente, que no me convence. He visto demasiadas caras, como para creerle. Nada de lo que diga podría sorprenderme―. Vine a pagar la tintorería de tu vestido y también para hacer las paces.

―¡¿Qué?! ―¿Esta es una nueva treta? ¿Piensa que soy tonta o qué?―. ¿Estás intentando burlarte de mí? ―cuestiono indignada. Ya sabía que era mala idea escucharlo.

―No.

―No te creo.

―Escucha, Claudia. Estaremos trabajando juntos y tenemos que hacer el reportaje especial hoy, solo por mencionarlo. Creo que es mejor no pelear. ―Aquí hay algo muy raro.

―Mmm... No te creo ―digo sin tapujos―. Y se supone que los encargados de la entrevista éramos Kyu y yo.

―¿Por qué no me crees? ―Parece ofendido, pero solo agito la mano.

―Por la sencilla razón de que llevamos... ¿Cuántos? ¿Casi 10 años odiándonos? ¿Por qué quieres hacer las paces ahora? No, no te creo. ―Si cree que soy tonta, se equivoca.

―Estoy siendo sincero. ―Abre los brazos―. Lo prometo. No quiero seguir peleando.

―Cada vez que dices eso, algo malo pasa ―niego recordando los dos intentos de paces, donde la que terminó llena de pintura y manchada de vino fui yo.

―Esta vez no es así ―asegura y por primera vez dudo, no es su habitual cara engreída―. Como te dije, tenemos que trabajar. Y, además, tengo una propuesta que hacerte.

―Nada que venga de ti puede ser bueno.

―Primero escúchalo. ¿Quieres?

―Habla.

―Voy a ayudarte a conquistar a Daniel.

¿Qué acaba de decir? Me cuesta demasiado no delatarme. Eso no debería saberlo, es decir, él lo preguntó antes, pero yo me hice la loca. Y ahora no parece intentar adivinar, sino convencido de ello.

Enamorando al EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora