Capítulo 15

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~Siwon~

No esperaba una reacción así de su parte. La intensidad de sus besos me descolocó por completo, tuve el impulso de colocarla sobre el lavabo y tomarla ahí, pero ella no estaba en sus cinco sentidos, así que no podía aprovecharme de ella de ninguna manera. Pero sus besos y sentir su cuerpo tan cerca, estaban poniéndome nervioso.

―Claudia ―susurre intentando liberar sus brazos de mi cuello, pero ella parecía no desear que terminara el beso, en realidad yo tampoco lo deseaba, pero era muy poco caballeroso de mi parte ir más allá―. ¡Claudia!

―¿Qué? ―preguntó molesta, dándome un puchero que me hizo querer besarla de nuevo.

Mi coneja era hermosa, enojada y todo. Incluso borracha.

―Te llevare a tu casa.

Eso era lo correcto.

―¿Qué? ―Me miró como si acabara de darle la peor noticia del mundo. No, definitivamente, jamás entendería a mi coneja―. ¿Por qué?

―Es tarde...

―No quiero ir a mi casa ―dijo colgándose de nuevo de mi cuello, provocando que me estremeciera al sentir su aliento sobre mi piel.

―Por favor... ―No estaba seguro de que cosa pedía, porque amaba a esta Claudia amorosa.

―¡No quiero! ―Parecía un crio haciendo una rabieta, por no querer comer verduras. Su rostro sonrojado por el alcohol era adorable, y sentí el impulso de comérmela a besos, como ella misma lo acababa de hacer, pero no era eso no único que yo deseaba de ella. No la deseaba solo físicamente, yo quería su corazón.

―Entonces ¿Qué debo hacer contigo? Es evidente que no puedes beber más.

―Llévame a tu casa ―su propuesta me agitó. ¿Claudia pidiendo ir a mi departamento? Eso era algo digno de recordar.

―¿Qué?

―Si, ¡Llévame a tu casa! ―Su gesto era suplicante, mientras se tambaleaba de un lado a otro, aun colgada de mi cuello.

―¿Estás segura?

―¡Si! Quiero irme contigo ―No tenía caso discutir con ella, si en sus cinco sentidos era terca y difícil de convencer, no quería ni pensar que pasaría si comenzaba a reñir con ella en ese estado. No tenía problemas en llevarla a mi departamento, no pasaría nada.

―Está bien, pero antes... ―Tenia que asegurarme de que cuando despertara por la mañana no sería asesinado por ella. Tome mi teléfono―. Mira aquí y repite de nuevo lo que acabas de decir. ¿Quieres que te lleve a tu casa?

―¡No! ―contestó haciendo un puchero.

―¿A dónde te llevo?

―A la tuya. ¡Quiero ir a tu casa! ―aseguró, abrazándome―. Llévame a tu casa.

―De acuerdo. Vamos. ―La tome de la cintura y la ayude a caminar a la salida.

―¿Por qué me cuidas tanto? ―preguntó mirándome fijamente.

―¿No lo sabes?

―¡Ash! Si lo supiera no te lo preguntaría, tonto ―contestó con ironía. Esa era mi Claudia, al parecer era la misma en todos los aspectos.

―Tienes razón, si lo supieras no harías tantas locuras ―murmure.

―No has contestado. ¿Por qué te preocupas por mí?

―¿No puedo hacerlo? ―Podría decirle que la quería, pero lo más probable era que mañana no lo recordara.

―No, tú me odias.

Enamorando al EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora