2. Eres mono
La primera vez que Harry lo vio, llevaba una camiseta de tirantes gris. Lo sabía porque recordaba que hacía calor. Y que sus brazos eran preciosos. Y que hacía tan solo un mes, había descubierto que le gustaban los tíos. Al verle, Harry pensó una cosa que Lila se atrevió a verbalizar.
—Qué bueno está.
Al final, ese era el quid de la cuestión. Harry no había hablado nunca con él, y solo sabía lo que se rumoreaba por los pasillos, por lo que, en verdad, no sabía nada. Harry a veces se sorprendía pensando que todo lo que se decía de él casaba a la perfección con la chaqueta de cuero que llevaba en invierno. Como si, en verdad, estuvieran describiendo a la chupa.
Harry no lo podía evitar. Era muy guapo. Era muy, muy guapo. Sabía que tenía los ojos azules por lo que le decían sus amigos, porque él no se había atrevido a mirarle a la cara desde poca distancia. Y sabía que su risa —que había oído desde unos cuantos pupitres de distancia a veces— le provocaba escalofríos. Sabía que caminaba como si fuera un dios. Y probablemente lo fuera. Y sabía... Harry notaba la boca seca cada vez que lo pensaba. Sabía que le gustaban los chicos. Sabía que no era virgen. Sabía que la mayoría de rumores eran sexuales. Y Harry se sentía desfallecer cuando los oía. Corría hasta su casa, hasta su baño, hasta su ducha.
Su madre no le dirigió la palabra en un par de días. Jamás se hubiera imaginado que Harry hiciera eso. Su padre culpó de las acciones de Harry a sus amigos, creía que eran mala influencia. En cuanto a su hermana, le dedicó unas cuantas sonrisas cómplices, pero no sacó el tema. En verdad, Harry y Lillian no hablaban mucho. Solo se miraban.
Su familia no era de confesiones profundas. Su madre daba abrazos. Su padre le tocaba la cabeza. Eran padres jóvenes, progresistas, a los que no les molestó que a Harry le gustaran los chicos. Pero no les gustaban las arrugas en las camisas. No les gustaba que la realidad no coincidiera con su perfil de redes sociales. Ellos pensaban que sus hijos eran impecables —Incluso la homosexualidad de Harry les permitía presumir ante los demás de lo inclusivos que eran—, aunque no lo eran tanto. Tenían sus cosas. A Lillian le gustaba quedar con dos escuálidos mellizos que conoció en la universidad a fumar porros en una determinada parte del parque nacional. Se besaba con chicas cuando estaba borracha. Harry hacía locuras. Recientemente, había ido al instituto borracho y había tirado una mesa y «faltado al respeto» al profesor. Su madre estaba avergonzada. Su padre no podía creer que su hijo fuera capaz de algo así, y buscaba justificaciones externas.
Había merecido la pena. Había merecido más la pena de lo que en un principio creyó. Su voz, dirigida a él. Sus manos en su espalda. Su risa.
—Estás fatal —le había dicho.
Estaba fatal. Estaba fatal.
💬
El uniforme de Harry estaba desperdigado por el suelo. Bueno, no todo el uniforme. Su chaqueta y su corbata. La camisa permanecía sobre sus hombros, arrugada. Era el resultado de encorrer a Niall por todo el patio. Ahora estaba hiperventilando y Niall le había quitado la ropa con una facilidad preocupante.
Harry intentó alisar la camisa, cogió la chaqueta y la corbata y trató de atársela. Le costaba, normalmente era su madre quien hacía eso. Lila rio y lo hizo por él. Él sonrió.
Cogió su bolsa, que permanecía en el banco.
—Te tienes que ir, ¿no? —dijo Zayn. Harry asintió.