10. Seguro, pero yo soy mejor
Harry hubiera deseado que su primer día de universidad hubiera empezado mejor. Sin ratas. Y sin haberse confundido de clase y haber tenido que interrumpir un aula de por lo menos cincuenta personas que por una fracción de segundo se le han quedado mirándole, juzgando su estupidez y nerviosismo.
Sí. Podría haber empezado mejor. De todas formas, después de pasarse veinte minutos en el baño llorando, tratando de no llamar a Louis y calmándose como podía, había conseguido llegar a la segunda clase sin incidentes.
Un chico se sentó su lado y Harry trató de ocupar el mínimo espacio posible en su pupitre.
—Esta clase tiene pinta de ser un aburrimiento —comentó.
Harry no sabía cuál de ellas no tenía esa pinta, pero le lanzó una sonrisa.
—Menos mal que tengo a alguien tan bonito como tú para entretenerme.
No le pareció tan buen cumplido como seguro él creyó que sonaba en su cabeza, pero decidió no decir nada —como si fuera a decir algo, estaba claro que no— y centrarse en el profesor. Sin embargo, cuando acabó la clase, el chico le impidió marcharse cogiéndole de la muñeca.
—Soy Jack. ¿Y tú?
—Harry. —No hacía daño a nadie que supiera su nombre, y Harry no quería ser maleducado.
Jack sonrío y sacó de su mochila un pequeño cuaderno y un rotulador negro. Escribió algo y se lo dio.
—Mi número. Por si tú también quieres entretenerte.
Harry no quería entretenerse. No quería entretenerse para nada. Salió del aula y decidió resguardarse bajo un manzano en los jardines del campus. Sacó su almuerzo, que se había preparado la noche anterior, y el libro que estaba leyendo ahora, y se preguntó qué tal le iría a Louis buscando trabajo.
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Harry entró a su apartamento de forma cautelosa, y Louis le asustó por atrás. Hizo un puchero cuando se rió en su cara, y enseguida Louis fue a abrazarle y le besó en la cabeza y en los labios.
—¿Rata? —murmuró Harry.
—Ahora ese ratoncito está en un lugar mejor... —Louis suspiró —. El apartamento del casero. Carl lo ha adoptado como mascota.
Harry arrugó la nariz y, mientras dejaba la mochila en el sofá y el abrigo en el perchero, se preguntó quién narices querría tener a un bicho tan asqueroso en su apartamento. Cuando Louis le abrazó por detrás y apoyó la mejilla en su espalda, Harry cerró los ojos y suspiró. Todavía no podía creerse que estaba viviendo con Louis. ¿Quién se iba a imaginar que llegarían hasta aquí? Cuando empezaron a salir, la gente dudaba de que Louis aguantara con alguien sin aburrirse a las pocas semanas. Es por ello que Harry empezó a tener algo de miedo a hacerlo por primera vez, porque temía que Louis le dejara después de haber tenido sexo con él.
—No te lo vas a creer. ¡He encontrado trabajo en una radio!
Harry le miró con curiosidad. ¿Una radio? Él se esperaba que suplicara por todos los bares de Manchester hasta que alguien le contratara por pena.
—Estaba saliendo de un restaurante súper fino al que entré porque, bueno, ¿por qué no probar? Y total, que ni me cogieron el currículum, y estaba yo allí, quejándome en voz alta de lo pijos que eran, cuando uno de los clientes me llamó y me preguntó si buscaba trabajo, y yo en plan, «ehm, sí», y él en plan «pues mira, ahora estaba hablando yo con Desireé...» (yo ni puta idea de quién es Desireé) «de que nuestro becario nos ha dejado colgados, no sé qué...»
Harry sonrió mientras lo escuchaba parlotear con ilusión sobre ese golpe de suerte.
—... total, que empiezo mañana, está a unas manzanas de distancia del piso, y que tendré que llevar cafés y cosas así. ¿Y tú qué tal el primer día?
Harry aceptó de forma distraída el beso que Louis le dio y le dio un mordisco al sándwich que Louis había preparado mientras hablaba. Con las mejillas sonrojadas, le miró.
—Un chico me ha dado su número.
—Lo raro es que no hayan hecho cola para dártelo —rio él.
—¿No estás celoso? —intentó bromear Harry, con la voz más aguda de lo normal —. Uhm, era muy alto y muy guapo. Iba al gimnasio...
—Seguro, pero yo soy mejor.
—¿Ah, sí?
Louis le rodeó la cara con las manos y lo besó.
—¿Ha escuchado ese chico tu voz?
—Le he dicho mi nombre.
—Yo te escucho más diciendo el mío.
Avergonzado, Harry le dio un golpe con la mano y Louis dio un salto para atrás para intentar esquivarlo, pero luego se acercó, se sentó al lado de Harry en el taburete y le acarició el pelo.
—No me preocupan los ratones de gimnasio ni las caras esculpidas por los ángeles. Ni los que tienen mucha labia, ni los que tienen mucho dinero, ni los que son muy graciosos... Porque tú me quieres a mí. No me hace falta más.
—¿Así que me das por hecho? —bromeó Harry, intentando no derretirse de amor.
—No. Yo sé que me quieres. Y espero que tú sepas que yo te quiero a ti. Y por eso, porque te quiero, te cuidaré cada día de mi vida, y te lo diré cada día de mi vida, y te lo demostraré cada día de mi vida. Igual que tú haces conmigo.
Harry no lo puedo evitar. Se acercó a Louis y le abrazó, escondiendo la cabeza en su pecho. Le dio un pequeño beso en la barbilla.
—Te quiero, Louis.