7. Tengo un regalo para ti

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7. Tengo un regalo para ti

Las vacaciones de Navidad se hicieron eternas, a pesar de que había momentos que pasaban en segundos. Los momentos que pasaba con Louis eran como un parpadeo.

Solían quedar todos juntos los sábados, y a Harry le avergonzaba reconocer que le gustaría que todo el mundo excepto Louis y él se desvaneciera, estar a solas con él. A veces, parecía que se quedaban solos. Había que estar atento. Eran pequeños momentos en el que sus pasos parecían hacerse pequeños, y Harry podía ver las espaldas de sus amigos, y cuando se giraba Louis le sonreía a su lado. Pero eran cortos. Y Harry tampoco sabía qué decirle a Louis, por más que él pareciera tener siempre idea de qué decir.

El primer día de clase, Harry esperó a Louis en la puerta del aula ante la divertida mirada de sus amigos, pero ya no le importaba tanto. Quizá Harry estuviera dejando de disimular que Louis le gustaba mucho, mucho, mucho. Quizá, cuando disimulaba, tampoco lo hacía muy bien. Así que una pequeña parte de su cerebro lo mandó todo a la mierda.

Apareció de repente. Con su pelo despeinado y la cazadora de cuero encima del uniforme. Le daba igual que los profesores le llamaran la atención por no usar el abrigo reglamentario. Harry sonrió y se contuvo para, o bien dar pequeños saltitos en el sitio, o bien lanzarse a sus brazos. Lo mejor fue que Louis se detuvo cuando le vio. Y también le sonrió. Y fue hasta él y le tocó el brazo. Le. Tocó. El brazo.

—Harry. —Esa forma de decirlo. Como si no fuera alguien a quien debía cuidar como una taza de porcelana. Harry contuvo el aliento —. Te extrañaba con la corbata.

Harry extrañaba a Louis en todas sus dimensiones. No se veían desde hacía un par de días, y el último mensaje de texto era de hacía una hora, pero Harry ya le extrañaba. Un abrazo. ¿Tan malo sería un abrazo? Porque Louis jamás lo había abrazado. Se habían cogido de las manos, había puesto una mano en su espalda, pero, ¿un abrazo? Apretar a Louis, sentir su aliento en la nuca... Nunca. Pero quizá fuera raro. Quizá no era buena idea ir a por un abrazo en mitad del pasillo. Pero Harry se olvidó del abrazo cuando uno de los dedos de Louis quedó envuelto en sus rizos.

—Ya está más largo —observó —. ¿No tienes pensado cortártelo?

—A ti te gusta largo.

NO. PUEDE. SER. QUE HAYA DICHO. ESO. Harry se quería morir. ¿Qué hacía? ¿Qué coño hacía? Qué vergüenza, qué vergüenza, qué vergüenza. ¿Tenía algo de dignidad? ¿Qué sería lo próximo? ¿Decirle que su corazón era suyo o algo así? Pero Louis sonreía. Quizá sonreía tras la vergüenza ajena. Harry se encogió sobre sí mismo.

—Me encantan las palabras que me dedicas —le oyó decir.

Juntos entraron al aula.

💬

Harry estaba a punto de tener un ataque al corazón. Estaba en medio del pasillo, dando vueltas, sin atreverse a pedirle a la secretaria un trozo de tiza. La profesora Mendez le había ordenado que fuera a buscar más, y la profesora Mendez no aceptaba un no por respuesta. Pero a Harry le daba tanta ansiedad. De repente, sintió una mano en su brazo.

Se preguntó si la profesora Mendez le había mandado a buscarlo. De cualquier forma, Harry casi se muere.

—Acompáñame al baño, tengo que mear.

las palabras que te dedico ; lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora