Epílogo. ¿Te molesta que hable tan poco?
En ocasiones Harry, sin camiseta, con las mejillas rojas y el pelo alborotado, se colgaba del hombro de Louis, piel desnuda, despeinado, ojos brillantes, y le susurraba algo al oído.
—¿Te molesta que hable tan poco?
Entonces Louis sonreía y le cogía la mano por debajo de las sábanas. Ponía su mano libre en su pecho y le besaba la mandíbula.
—No necesito palabras para saber lo que sientes.
Entonces en la mente de Harry aparecía un claro, vívido pensamiento, que se reforzaba día tras día: «Es él».
FIN.