8. ¿Dónde están todas mis camisetas?

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8. ¿Dónde están todas mis camisetas?

Dos años después.

Harry trataba de no mover ni un músculo. Fingir con todas sus fuerzas que no se encontraba en aquella habitación para que, tal vez, Louis no conectara los puntos. Pero cuando sintió unos brazos envolverle y un beso en la nuca, supo que se había dado cuenta.

—Harry, ¿dónde están todas mis camisetas?

Harry no abrió los ojos. Se aproximó más al cuerpo de Louis y dejó escapar un suave quejido. Escuchó la risa de Louis presionar contra su espalda, y le destapó de repente.

—Literalmente ahora mismo en mi armario tengo dos, Harry. No puedes seguir robándome la ropa.

Pero la ropa de Louis era una parte muy importante de Harry. Era bonita —aunque le quedaba un poco pequeña— y olía a él, así que Harry podía sentir a Louis abrazándole incluso cuando no estaba con él.

Louis se colocó muy cerca de Harry. Tan cerca que sus narices chocaban, y Harry podía sentir el sabor de sus labios incluso cuando aun no se habían tocado. Louis sonreía, y Harry se preguntaba a qué estaba esperando, por qué no le besaba. Hasta que le besó.

—Vamos a tener que solucionarlo de alguna manera —dijo, y Harry no quería solucionarlo. Le daba igual cuánto dinero se tuviera que gastar en ropa: él seguiría quedándose con ella le gustase o no —. Quizá compartiendo armario.

Técnicamente, ya lo hacían. Harry rodeó a Louis con los brazos y le atrajo hacia sí.

—Busquemos un piso, Harry. Vente a vivir conmigo.

Harry dejó que Louis escondiera el rostro en el hueco de su cuello. Era verano, pero por las mañanas todavía hacía un pequeño frescor que a Harry le encantaba. Se suponía que en dos meses y un poco más se iba a la universidad, aunque no le apasionaba mucho la carrera que había elegido y, desde luego, no le gustaba separarse de sus amigos y Louis.

—En Manchester, Harry. Vayámonos los dos a Manchester.

Pero Louis no se podía ir a Manchester.  Tenía un trabajo en el acuario que su madre le había conseguido, y le gustaba de verdad. Harry no quería que Louis dejara algo que le gustara por él.

—Tu trabajo —murmuró, rodeándolo con fuerza y disfrutando de su piel desnuda.

—Me importa una mierda mi trabajo, Harry. Y sé que a ti no te hace ninguna gracia ir a una de esas residencias para pijos. —Su sonrisa se ensanchó —. Alquilaremos un apartamento muy pequeñito con una habitación en el centro de Manchester. —Harry dejó de respirar cuando el dedo de Louis viajó desde su hombro hasta sus calzoncillos —. Pequeñito y calentito, y veremos películas y te veré estudiar y yo encontraré un empleo de camarero porque soy muy guapo y mi cara da sed.

Harry frunció el ceño. No estaba seguro de si le gustaba lo último. Pero se olvidó de ello enseguida. Se olvidó de ello cuando Louis le bajó los calzoncillos y empezó a acariciarle.

—Eso es trampa —volvió a murmurar.

—Podrás tener toda mi ropa a tu disposición. Sin necesidad de disimular para que no me entere hasta dos semanas más tarde. Podrás llevar tu jersey favorito a clase y sentir mi aroma mientras viejos carcas te cuentan movidas sobre leyes y economía que no le importan a nadie.

El olor de Louis. En Manchester. Tenía pensando llevarse buena parte de la ropa de Louis a la universidad, pero sabía que su aroma se terminaría desvaneciendo antes de que pudiera volver a verlo. Pero si Louis iba a Manchester con Harry, siempre le tendría.

—Sí —dijo.

Luego Louis se metió debajo de las sábanas.

las palabras que te dedico ; lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora