Sorpresa emplumada.

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Una mañana tranquila y normal en Hogwarts, todos los habitantes del castillo se encuentran en sus respectivas mesas comiendo su desayuno y el alto murmullo de las diferentes conversaciones llena el comedor. Llegó la hora del correo y como todos los días cientos de lechuzas entraron por las ventanas para hacer sus correspondientes entregas.

Severus no estaba esperando que le llegara nada por eso cuando un sobre cayó frente a él arqueó una ceja con curiosidad.

—¿Esperabas correo Sev? —preguntó Barty a su lado, escarbando en la caja de dulces que le mandó su madre.

Severus negó con la cabeza—No —agarró el sobre para examinarlo sin encontrar mucho, es un simple sobre blanco con nada más que su nombre escrito, con el ceño fruncido lo abrió y sacó la carta en su interior para leerla, tampoco hay mucho solo dos pequeños párrafos.

Al leerlos se encendieron sus alarmas.

Antes de que pudiera reaccionar y salir del comedor desde el pasillo se escuchó un fuerte chillido, parecido al que hacen los pájaros pero mucho, mucho más fuerte que provocó que más de uno se tapara los oídos. Todos los ojos fueron a parar a las grandes puertas cuando quedó claro que lo que sea que hizo ese sonido se estaba acercando.

Cuando el causante del sonido llegó a la vista las mandíbulas de tres cuartas partes de la población del castillo cayó de la impresión.

Es una mujer, con el cabello blanco corto hasta la mandíbula, vistiendo una simple camisa sin mangas ceñida al cuerpo negra, una falda verde oscuro holgada con la parte del frente que no llega a medio muslo y la parte trasera casi rosando el suelo, en lugar de brazos normales tiene un inmenso par de alas blancas que se convierte en gris a la mitad y terminan en negro, un grupo de empeñas plumas grises debajo y a los lados de los ojos que van creciendo hasta donde deberían estar sus orejas donde se crea un grupo que sobresale del cabello, sus piernas son patas de ave con plumas gises y unas garras que parecen capaces de sostener sin problemas la cabeza de un humano, tiene una larga capa amarrada a los hombros con la capucha baja y de color beis cubriendo lo que parece una mochila y su larga cola que parece tener el mismo patrón que las alas.

Una arpía.

Una arpía en la escuela.

Como si fuera algo de la más normal.

Como si no fueran extremadamente escurridizas y evitaran todo contacto no deseado.

Santa sorpresa Merlín.

La arpía volvió a soltar un chillido obviamente emocionada, no tan fuerte como el anterior pero tampoco precisamente suave, las lechuzas revoloteando en el techo se volvieron locas de emoción por el sonido, recorrió con sus brillantes ojos rosas la habitación al encontrar su objetivo se lanzó con alegría y con dos batida de sus alas llegó a la mesa de Slytherin para ahogar a Severus en un emplumado abrazo.

—¡Mi pequeño Sev!

—¡Elizabeth! ¡Me asfixias!

La ahora identificada Elizabeth soltó unos chirridos felices antes de aflojar el abrazo pero sin al estudiante.

—¿Te volviste finalmente loca? ¿Qué crees que haces?

—¡No me volví loca! Mi carta lo explica todo perfectamente.

—Eso no explicó una mierda.

—Claro que lo hace. Y como ya quedó claro, necesito que cuides a los gemelos un tiempo.

Liberó a Severus para soltar la mochila en su espalda, que no es más que un simple bolso de tela marrón en el cual dos crías de arpía, no más grandes que un bebé humano de cinco meses, con plumas de color marrón claro y unas cuantas blancas sin un patrón específico.

Larga vida al príncipe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora