Capítulo 1: El Cronologio

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* Esta historia ocurre inmediatamente después de la Saga de Hades, después de que los jóvenes guerreros escapasen de las ruinas en las que se convertía el inframundo.

Fuera del santuario existen las viejas grutas de Ceres, las cuales se derrumbaron en un trágico accidente hace más de veinte años. Sin embargo, durante el Gran Eclipse causado por Hades, en el momento perfecto de la conjunción de los planetas, un extraño brillo surgió debajo de las rocas de estas antiguas ruinas. Nadie lo notaba debido al terror infundado por el eclipse del dios del inframundo y no fue hasta que este fenómeno se disipó que la entrada a estas grutas estalló. Jadeante, alguien logró salir de allí dentro. Un sujeto lleno de polvo y con un rostro demacrado, lo único que resaltaba en verdad de él, y que resultaba realmente curioso, era un brazalete en su muñeca derecha, un brazalete que tenía un brillo similar al del Sol.

La fuerte explosión se escuchó por todo el santuario y la preocupación de que la batalla contra Hades aún no había terminado se acentuó. Un grupo de guardias se reunieron en torno a la zona de las grutas de Ceres.

—¿Qué fue esa explosión? ¿Acaso Hades no fue derrotado ya?

—Tal vez más caballeros muertos han vuelto a revivir...

—O peor... tal vez un nuevo dios vuelve a amenazar a la Tierra...

Los soldados continuaban con el terror que les había infundido el dios del inframundo, temían por lo que podría seguirle.

—Será mejor que vayamos a ver —comentó finalmente uno de los soldados. Debían ser valientes. Por Athena.

No fue difícil encontrar el lugar de origen de la explosión, incluso desde lejos algunos soldados aseguraban que se trataba de las antiguas grutas de Ceres. Allí encontraron a un hombre moribundo caminando a duras penas alejándose de la entrada de aquellas cuevas.

—¡Miren! —gritó el soldado que lideraba al grupo—. Hay alguien allí

—¿Quién eres? —gritó otro.

—Y-yo... mi... mi nombre es Nereo... ustedes... ¿Son del santuario de Athena?

—S-si —el sujeto misterioso, Nereo, había puesto nerviosos a los soldados—. ¿Cómo es que sabes sobre el santuario?

—Y-yo soy... o fui... un caballero de bronce —sus ropas estaban bastante dañadas y roídas por el tiempo, pero observándola bien, los soldados pudieron notar que Nereo llevaba ropas de entrenamiento del santuario—. Quizás conocen a mis hijos... Aioria... Aioros... aagh...

Nereo cayó inconsciente, dejando más preguntas que respuestas a los soldados que lo encontraron.



Seiya iba llegando al santuario. Después de haber vuelto del inframundo, este había usado su tiempo en descansar y estar con su hermana Seika, quien de a poco comenzaba a recobrar su memoria. Habían perdido importantes años de sus vidas estando separados y ahora por fin tenían la paz para ponerse al día, para recuperar su hermandad. Para fortuna de Seiya, su hermana había decidido quedarse viviendo en el pueblo vecino del santuario, Rodorio, con el hombre que la acogió cuando ella perdió su memoria. Se quedaría ayudándolo en su pequeño negocio hasta que ella y Seiya pudiesen volver a Tokio a establecerse como una familia.

Después de esta última guerra santa, Seiya había recibido una herida de muerte en su pecho por la espada de Hades, la herida fue parcialmente curada por los poderes de Athena y luego ascendió al Olimpo como diosa. Por primera vez habían derrotado completamente al dios del inframundo y Athena podía volver a ser una divinidad en el Olimpo, abandonando la Tierra y el Santuario hasta su próxima reencarnación. Sin su diosa, seguir siendo un caballero carecía de sentido para Seiya y los demás, por lo que él y cada uno de sus amigos tomó un camino distinto. Do Cvidanja. Fueron las últimas palabras que se prometieron ¿Acaso era un adiós para siempre?

Saint Seiya - Un Mundo Sin AthenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora