Capítulo 11: El camino de sangre de los caballeros dorados

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Lugar: El Antiguo Santuario de Athena, actualmente Santuario de Hades, en Grecia.
Época: Ahora, un ahora que no es el nuestro. Estos hechos ocurren mientras Arles está en reunión urgente con Hades en el castillo Heinstein, en Alemania, dos días después del ataque del santuario a Jamir.

El santuario de Hades, lóbrego y oscuro, bajo una continua sombra causada por el eclipse de Sol, tiene desde hace un par de días alto movimiento en sus catacumbas, donde desde hace varios años y por ordenes del patriara Arles, se ha habilitado como centro de tortura y calabozos para los enemigos que aún no merecen morir.

"Pero siempre acaban muriendo", piensa Milo de Escorpión mientras avanza a través de estas catacumbas y calabozos. Su armadura de oro negro brilla bajo la tenue luz de las antorchas. Esta armadura, al igual que el resto de las armaduras doradas, han sido amalgamadas con el cosmos de Hades, logrando una aleación perfecta entre el Oro y Sapuri, otorgándoles una fuerza y resistencia jamás conocida por la humanidad, irradiando un cosmos de resentimiento y maldad.

Finalmente, el caballero se detiene ante una puerta cuyo cuarto permanece en penumbra. Milo está a punto de entrar cuando siente una presencia al fondo del pasillo. Allí, sentado en una silla, se encuentra Shura de Capricornio montando guardia mientras viste su armadura de oro negro. Milo se sorprende ante la quietud de su compañero y se da cuenta de que este mantiene su mirada fija en el segundo calabozo. Dentro de este, ambos pueden observar a alguien sentado, apoyado en la esquina de la habitación. Su rostro parecía demacrado, pero aún se puede ver un fuego interior en su mirar.

—¿Eres tu Aioros? ¿Caballero dorado de Sagitario? —pregunta Shura, pero sigue recibiendo la misma respuesta. Nada.

Aún a pesar del estado desastroso de "Aioros", Shura no deja de repetirse a sí mismo el peligro que esta persona representa. El caballero de Capricornio sigue desconcertado con la situación y rememora la oscura noche de hace trece años.


>>Shura hacía guardia en la casa de Capricornio y sentía como el cosmos se turbaba dentro del santuario. Dos enemigos de apariencia extraña y con armaduras que no había visto antes aparecieron. Uno se fue de la casa lo más rápido que pudo, mientras el otro se quedaba luchando, demostrando que también dominaba la Excalibur, la espada sagrada que se supone solo Shura podía ocupar. Ese extraño sujeto podía usar la Excalibur como si fuera la real, pero eso era imposible. La impresión del momento no lo dejó actuar y fue rápidamente noqueado por el recién llegado.

Cuando despertó tenía la frente sangrante y una multitud de guardias se acercaban visiblemente alterados, buscando ayuda.

—¡Señor Shura!

—Debe ayudarnos...

—¡El templo de Athena y del patriarca han sido destruidos!

—Parece haber sido... ¡Aioros!

Shura recibió atropelladamente todas las palabras de los guardias y se levantó como pudo, listo para ir a enfrentar a quien fuera el culpable de lo sucedido, pero entonces un último guardia entró a la estancia, entregando la noticia que condenaría al mundo.

—Athena... ¡Athena está muerta! —palabras que perseguirían a Shura por los próximos trece años.

Una explosión de cosmos dorado sacudió el templo de Capricornio, junto a un grito de lamento y llanto. Sin dar más espacio a la pérdida, Shura corre en busca del culpable, quien se encontraba ya lejos del santuario y escapaba lentamente llevando a cuestas dos enormes bloques de hielo, además de la caja de armadura de Sagitario. Shura llevaba su brazo extendido con Excalibur lista para ser utilizada.

Saint Seiya - Un Mundo Sin AthenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora