Doy el último retoque de maquillaje y me miro en el espejo una vez más. No soy buena con esto, quiero estar presentable, sentirme bonita. No es cualquier noche. Muero de nervios, el tan esperado 21 de agosto llegó por fin. La primera reunión internacional organizada por mi adorada Lilith ya es un hecho. Ninguna se ha visto aún, estamos en distintos hospedajes para no romper la magia del encuentro.
Mi estómago ruge, no he probado bocado en todo el día, espero poder comer algo en la noche. Habrá comida mexicana, cubana, dominicana, colombiana, venezolana… se me hace agua la boca de solo pensarlo.
Paso al lado del espejo sin mirarme. Mi inseguridad me llevará a cambiarme por cuarta vez y ya debo irme. El chófer me espera para llevarme directo al lugar donde abrazaré a quienes me han hecho feliz tantas veces.
Voy perdida en mis pensamientos, en mi mente se crean diferentes escenarios, no sé a quien veré primero, si saldrá todo bien o por el contrario me dará pánico. Suelto un largo suspiro, no me había dado cuenta de que estaba reteniendo mi respiración. Siento como si mi corazón se fuera a salir de mi pecho.
El auto reduce la marcha, estamos llegando. Cierro los ojos e imagino sus rostros.
Son ellas. Nada saldrá mal.
Somos una familia.