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Dentro de una cabaña abandonada lejos de la ciudad más cercana. Hay una mujer, encima de una sucia capa con lágrimas en los ojos y dolor en la exposición. 

Se escuchan los gritos de parto, son desoladores, la mujer inexperta e joven intenta con todas sus fuerzas que el bebé nazca pero parece una tarea imposible. 

Está ya agotada cuando por fin logra que el niño salga de su interior. 

Apenas le quedan fuerzas. 

-Se parece a su Madre- habla para ella misma, nadie la escucha -Eres realmente bello-

Esas palabras dichas con todo el cariño que se le puede dar a un bebé nacido de un accidente. 

Esa mujer había tenido un sueño pero ahora nada tenía sentido. 

Sentía odio hacia el pequeño bebé, después de todo era la persona que había provocado todas tus penas.

La mujer estaba cansada y desecha, no tenía fuerzas para nada, las últimas fuerzas que le quedaban fueron puestas en el parto de tu hijo. Apenas se le sostienen los párpados y aún así su odio no disminuye. 

Maldice al recién nacido. Lo odia.  Los delicados huesos de la criatura, tan fácil sería hacer que él pagará sus pecados, que el sufrieran por todo lo que ha hecho ella. 

-Porque me has hecho esto?- la poca cordura que le quedaba malgastada intentando comunicarse con la cría -Yo que se supone que haga ahora? no tengo dinero ni recursos, no tengo que comer, me has arruinado la vida-

Las lágrimas afloran de los ojos de aquella mujer, una de las mujeres más hermosas que alguien tenga el placer de conocer, llora desconsoladamente, esa belleza la llevó a la perdición. 

Toma la decisión que antes de morir ella el niño también lo hará, no es justo que él siga vivó. 

Las acciones son rápidas ella no está pensando, acaricia el suave cráneo de su bebé. Es tan diminuto. Tan fácil de romper. Si el destinó lo hubiera querido él hubiera muerto en ese momento, con su cráneo aplastado por la fuerza de una roca en la mano de su madre. 

Pero ella no pudo hacerlo, sus párpados ya no se levantaron, y su cerebro le pidió descanso.  En su último aliento sólo puede suplicar el perdón del hijo que deja huérfano. Solo puede suplicar el perdón del mundo.

En las afueras de una ciudad cerca de un pueblo del que nadie recuerda el nombre. Ha nacido un hermoso niño, condenado por el destinó. A su lado una mujer hermosa, una belleza que incluso en el estado en el que se encuentra se puede apreciar. La escena es descubierta por un pastor que escuchó los llantos del niño. Alertando al pueblo de los hechos ocurridos en ese lugar. 

La gente deduce lo evidente y de lo demás hacen terribles teorías, las teorías se vuelven más terribles e inciertas a medida que el tiempo transcurre.

Pero hay algo real dentro de esas teorías terribles, hay un bebé, un bebé que ni nombre poseía en ese instante, un niño huérfano, sin ningún tipo de consuelo. Dentro de la confusión una mujer del pueblo decidió que el niño quedaría a su cargo, todos sabían que esa mujer no era buena, pero nadie dijo nada, pues nadie podría ofrecerle nada mejor al pequeño. 

De entre la gente un niño de no más de cuanto años se aproximaba sigilosamente al lugar donde el bebé yacía, tenía mucha curiosidad, curiosidad por saber cómo era un bebé, sobre todo ganas de ver a uno de los seres más desgraciados que había conocido hasta la fecha.

Al observar, sus ojos color ámbar quedaron fascinados, el bebé no lloraba, ni hacia puchero típicos de la edad, siquiera parecía triste o enfadado, el bebé tenía los ojos de el azul más puro que la mente de ese niño pudo entender.

El bebé no mostraba tristeza ni desdicha, no era consciente de la mala vida que le esperaba? Acaso él era más débil que el bebé? Él sí sentía tristeza. No parecía tener sentido. 

Eso dejó fascinado al niño, esa fue la primera vez que Hisoka se sintió embelesado por el poder de otra persona, fue la primera vez que Hisoka quiso pelear para ganar a esa cosa que le había fascinado.

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★¿Qué pensáis del primer capítulo?

El Amor Nos Hacé Débiles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora