Abrazando nuevas oportunidades.

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Había sido un día hermoso, y todo parecía ir normal. Sin embargo, tanto Aoko como yo habíamos notado mal a Kaito. A pesar de mantener su sonrisa y su actitud siempre juguetona simplemente sabíamos que algo no andaba bien.

Al terminar la escuela, por tanto, acordamos ir a mi casa para buscar soluciones. Podríamos tardar lo necesario, ya que el inspector Nakamori estaría fuera buscando como siempre algún rastro de Kaito Kid, quien en las dos semanas que van del mes no había dado ningún signo de vida. Y aunque yo también tenía mi propia investigación sobre el ladrón en marcha, esta ocasión sentía que era importante suspenderla en favor de descubrir lo que le pasaba a Kuroba.

Parece triste... ¿No es así?— decía mi amiga mientras se acomodaba en el sofá. Apenas habíamos llegado, ni siquiera nos molestamos en cambiarnos el uniforme, teníamos un presentimiento en que el tema podría ser algo grave.

—Lo malo es que si fuésemos a preguntar él simplemente lo negaría.

Lo que noté es que a penas terminó la clase se dirigió a casa, incluso olvido un par de cosas en el pupitre.

—En ese sentido...

Sí, de vez en cuando olvida la mochila, o sus libretas... pero no olvidaría esto.

Sacó entonces una baraja de cartas y la puso sobre la mesa. El objeto me causó curiosidad, lo tomé mientras me sentaba a su lado y explicó.

—Conozco muy bien esta baraja, Kaito tiene muchas, muchas barajas y en ocasiones las rompe, las regala, las pierde, en fin, hace muchas cosas, pero esta... Esta es su primera baraja. —La mire insegura sobre si creer eso, ¿hace cuanto la tendría entonces?, ¿Era tan fácil reconocerla?, ¿Era de una marca especial?

Lo sé por la caja, —explicó mientras me la pedía sutilmente— esta algo descuidada por los años, pero tiene un pequeño forro para preservarla y, si sacamos las cartas... con cuidado...

Al realizar aquella acción depositó las nombradas como si de lo que se tratara fuera algo sumamente frágil y costoso. Podía ver cómo se esforzaba en cuidarlas y eso me hizo pensar en cuán valiosa la baraja podía ser para su dueño. Cuando terminó de sacarlas me mostró el interior de la caja y entendí al fin de lo que se trataba.

En el interior de la caja se podía ver la firma del padre de Kaito, Toichi Kuroba. Aoko fue lo suficientemente amable como para contarme que cuando eran niños, Kaito le insistió a su padre para que le prestara sus cosas y le enseñase sus mejores trucos. Su afán llegaba al grado de no querer usar cualquier otra baraja nueva, pero solo aquellas que usaba su mayor, como si dentro de las mismas estuviera alguna clase de poder oculto.

La baraja que teníamos entre manos era entonces una que en particular Toichi no había utilizado demasiado, pero si lo suficiente como para agradar a su hijo y serle útil para realizar los trucos elementales que iba aprendiendo. Se la había regalado tras un show impresionante en Ginza, uno de sus últimos shows y uno de los más memorables de su carrera.

Hoy en día Kaito no empleaba esta baraja, ya que después de cierto tiempo de uso las cartas comienzan a perder su firmeza y factores como la humedad, el polvo etc. Provocan que las mismas ya no se deslicen con la misma facilidad con las que lo hacían antes. Era obvio entonces que por estas circunstancias el tenerla no significaría otra cosa más que estas representaban algo igual a un amuleto para el mago. Y que, según las palabras de Aoko, también servían como una fuente de tranquilidad para las veces en que algo ocupara su mente, haciendo cardistry con movimientos visuales, casi imposibles, para distraerse de todo. 

Lo último, sin embargo, era difícil de ver, pues él siempre era muy discreto con ese tipo de emociones y aunque mi amiga no me explicó realmente cómo era que sabía sobre esto, supuse que no era algo realmente importante por la cercanía y confianza que hay entre los dos. O quizás solo lo había visto por coincidencia, realmente no sabía si preguntar.

Cuentos  de media luna-  Kaito Kid y tú (Actualizaciones Lentas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora