⚜ CAPITULO XXVIII ⚜

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Parte 28

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Victoria

Victoria ni siquiera tenía tiempo para llorarle a sus muertos: Su padre, Su madre, el conde Pembroke y ahora Liam.

Desde que tuvo una conversación con el rey William solo se mantuvo firme y después, cuando estuvo sola se derrumbó. Los criados iban y venían porque el rey anunció qué el matrimonio sería ese mismo día con el pretexto de que en Khandura no había nadie como para cuidar del reino y si se sabía que el rey Rodrígo había fallecido, podían invadirla en cualquier momentos, era por eso que los sirvientes corrían de un lado a otro preparándolo todo.

Victoria se encontraba en su habitación, le estaban preparando su vestido de novia, uno que ya estaban trabajando desde hace días para qué cuando ella llegara solo se lo midiera. La sastre pinchaba sin querer su piel cada vez que pretendía coser el vestido a la medida de la joven y ella no sentía, solo se percataba qué estaba un poco herida por las miles de disculpas qué le daban, Ya tenía suficiente con el dolor que le causaba la muerte y creía que a causa de eso ella no sentía más dolor, sinó culpa.

Sin Liam se sentía pérdida, ya no tenía a nadie y estaba asustada, muy asustada. No quería casarse con William, con el padre del amor de su vida, lo veía extraño y retorcido pero no tenía otra opción, cuanto deseaba tener otra opción.

El rey ordenó que la ceremonia se haría en la tarde de aquel viernes. Empezó a repartir las invitaciones y esperaba que más de la mitad de los invitados pidieran venir a la celebración y esperaba que solo asistieran los miembros reales de Tristám. Quiso mantener en secreto la repentina muerte de su hijo a la gente del pueblo para que no hubiera escándalos, pero los chismes dentro del castillo eran como cucarachas queriendo matarlas, corrían tan veloz la voz de la ausencia del príncipe en el día de su boda que muchos lo tomaron como muy extraño. Mientras tanto William fingió preocupación hacia la joven princesa, diciéndole que estando Khandura sin protección alguna podría entrar en guerra por el territorio, esto se lo recordaba cada vez que la veía, como si la joven al final le dijera que no quería casarse con él por Liam o porque de verdad deseaba gobernar sola, porque ella podía hacerlo.

Su fiel amiga Cristina viajó sola hacia el reino Tristám a encontrarse con su princesa y ayudarla a prepararse, tomó el camino por agua, para llegar más rápido y segura, le tomó solo unas cuantas horas en llegar y para Víctoria fue una gran sorpresa encontrarla allí, la noticia del rey fallecido aún era un secreto que solo algunos de la corte de Tristám sabían. La dama de honor al ver la cara de tristeza que tenía su príncesa el día de la boda, no dudó en alzarle el ánimo un poco

—Sé que está triste por la pérdida de sus padres, pero es su boda, debería estar feliz.

—Por un momento creí en la leyenda del hilo rojo... —dijo, aún parada encima de una gran silla que le permitía a la sastre coser el vestido por la parte de abajo.

—¿Pero de qué está hablando? ¿Usted cree que es real? —habló Cristina.

Victoria asintió.

—Pensé qué se trataba de una farsa, hasta qué la vida me demostró lo contrario... ahora creo qué para mí no existe.

La chica apretó su puño derecho y miró hacia la ventana que tenía una vista muy gris hacia afuera, la ventana estaba cubierta de nieve y el vidrio estaba empañado por el frío pero aún así podía ver hacia afuera. Los trabajadores del castillo corría como locos hacia adentro llevando en sus manos esquistos platos y adornos con flores, flores qué estaban recién cortadas, manteles, velas y todo lo necesario para la ceremonia.

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