•❯ CAPITULO UNO

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【Si no sabes dónde estás, no camines por ahí; podrías encontrarte una momia】

«Hay algo mal», pensó antes de salir de la inconsciencia.

Chuuya despertó como si acabase de dormir una larga siesta. Remoloneó un poco en busca de más comodidad para continuar acostado un poco más a pesar de sentirse totalmente descansado.

Ay, la pereza.

Solo que había un problema: no estaba en su cama. Abrió los ojos a la par de un quejido que salía de sus labios. Llevó una mano a su espalda y la otra la colocó en el borde de la mesa para ayudarse e impulsar su cuerpo hasta sentarse derecho.

Estaba sentado tras un escritorio pequeño pero ordenado, de madera pintada de blanco. Había una pila de libros apiladas en una esquina. Pudo leer asignaturas como Japonés e Historia entre ellas. En el cesto, a su derecha, había dos libros. Rió internamente al ver que de trataban de sus libros de matemáticas.

Los huesos de su columna estallaron cual ancianito de 90 años con artrosis. Le dolía toda la espalda, desde la nuca, hasta sus caderas. Al parecer, se había quedado dormido sobre su escritorio. Se prometió a sí mismo nunca ser el pasivo en una relación gay; no quería descubrir el dolor que le dejaría eso.

Ya estaba sentado lo más recto que consiguió, cosa que lo hizo despertarse completo.  De repente, sintió algo. Un sentimiento que lo embargó e inundó como un manto pesado sobre él.

Una sensación de desconocimiento e incertidumbre.

Se levantó de golpe, haciendo que todo el lugar de trabajo se tambalease por lo brusco de su movimiento. Una taza de porcelana blanca con rayas negras ubicada en una esquina, tambaleó con peligrosidad en el borde. Chuuya, en un movimiento rápido e involuntario, agarró el objeto antes de que se estrellara contra el suelo en pequeños pedazos.

No podía dejar que se rompiese.

¿Lo peor? Que no era algo que sabía sino más bien que sentía.

Miró a su alrededor con los ojos abiertos y pequeñas gotas salinas acumulándose en sus ojos. Era su habitación. Un cuarto no bien espacioso, pero con todo lo que necesitaba un adolescente para vivir y entretenerse: una cama personal en una esquina junto a la ventana, con las sábanas aun hechas debido a que no durmió en ella, una mesita de noche a su lado con un celular de pantalla negra, un armario en el otro lado, un balón de basquetbol se asomaba desde al lado de un pequeño estante con libros, una alfombra desgastada, posters de bandas de rock en algunas paredes.

Todo eso era suyo.

Y al mismo tiempo, no lo sentía así.

Se dejó caer en la esquina de la cama con todo su peso y metió la cabeza entre las manos apoyadas en las rodillas desnudas. Confuso. Asustado.

Todo está en su lugar, salvo una cosa:

Él mismo.

Era incapaz de recordar nada antes de despertar. No, el término correcto no es ese; es algo así como que reconocía todo, pero le era imposible recordarse a él mismo haciendo esas cosas.

¿Qué pasaba? ¿Estaba sufriendo amnesia? No podía ser, porque él podía reconocerlo todo, su nombre, la apariencia de su gato Firulais, la escuela a la que iba, lo que había comido la tarde anterior... solo que, su figura no aparecía en esas escenas, sino viéndolo todo como una película en la pantalla de vidrio de un viejo televisor.

Everything is POSSIBLE. |•| Bungo Stray Dogs - Soukoku |•| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora