[ Ojos que no ven, corazón que no siente ]
No sabía cuánto habían pasado. Minutos, horas, días, semanas...
¿Estaba muerto? ¿Se habían encontrado su cuerpo en descomposición después de días?
¿Habría sido Chuuya el que vislumbró su ausencia repentina? ¿Lo extrañó?¿Lo extrañaría?
Sentía frío y entumecimiento en todos lados, tenía la boca seca y los labios adoloridos de las gritas en ellos, incluso su garganta parecía un desierto. Inspirar un poco de aire era doloroso después de que sangre se enfrió.
Minutos.
Solo pasaron unos minutos hasta que regresó de la inconsciencia.
Vivo.
Pero lo suficientemente adormecido y lo bastante convencido como para quedarse ahí tirado y negarse a beber o a comer.
Justo como cuando era niño.
Sin comer ni beber, al lado del cadáver de su querido abuelo.
Solo que en esos momentos él luchaba por vivir y en estos, eso era su última opción.
Chuuya siempre decía que él era una «maldita cucaracha inmortal»; pero, el mismo Chuuya le dijo incontables veces:
«—Todo es posible».
«—Nada es imposible».
Y él, Dazai, tan vivo y tan muerto como estaba tirado en pedazos de su propio ser y sangre, agazapado detrás de ese dolor, decidió morir. Decidió romper una promesa. La más importante: vivir.
Lejano, muy lejano, como detrás de una muralla de agua, sintió el sonido de algo deslizarse contra la madera. Una mancha blanca apareció en la visión de sus castaños ojos entrecerrados que aún miraban hacia arriba, pero sin ver. Esa macha blanca pronto estuvo sobre él y un fuerte golpe en su frente retumbó cuando el trozo de porcelana blanca lo golpeó sobre la ceja derecha.
Se despertó completamente, fono si fuese una pesadilla. Sus ojos se iluminaron con un brillo de vida. Y vivió. Dazai decidió vivir.
No por el golpe, sino por lo que lo había golpeado.
En unas milésimas de segundo, se movió, olvidando el dolor de su cabeza palpitante y el de sus heridas en los antebrazos y agarró al vuelo lo que lo había golpeado.
Observó sus manos a través de pestañas apelmazadas y pegajosas por la sangre que bajaba por su cara, que salía de su nueva herida. Temblaban ligeramente. Ahí estaba. Intacta.
La taza blanca con rayas negras.
La gemela que compartía con Chuuya.
—Siempre consigues salvarme, Chuuya. —murmuró a la nada, sometiendo su voz ajena.
Observó la taza un rato más.
Cuando se dio cuenta de la sangre roja que manchaba la inmaculada porcelana blanca, algo en su cabeza se rompió. Quizás, el único hilo que lo ataba a este mundo.
Sus ojos grandes y castaños, hasta hace un momento brillantes cual luciérnagas en una tarde de otoño, se apagaron, quedando en dos pozos opacos, muertos y fríos.
Se levantó y trastabillando, caminó hasta el baño como un monigote que le falta relleno en las piernas. Abrió la puerta y entró.
Detrás de sí, con cada paso que dio, dejó un camino de sangre fresca sobre el suelo de madera clara.
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Everything is POSSIBLE. |•| Bungo Stray Dogs - Soukoku |•| ©
FanfictionChuuya despierta en su habitación. Se siente como si hubiese despertado de un largo sueño. Todo está en su lugar, salvo una cosa: Él mismo. Es incapaz de recordar nada antes de despertar. No, el término correcto no es ese; es algo así como que reco...