•❯ CAPITULO DOS

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【Un cambio de perspectiva puede hacernos ver secretos que antes pasaron desapercibidos】

【Inicio】

Dazai conocía a Chuuya desde que eran niños. Y desde ese momento, pasó de ser un niño solitario que odiaba jugar con los demás y se agazapaba en una esquina a leer, a un chico lleno de energía, bromista y portador de una sonrisa que nunca creyó capaz de tener.

Y lo más importante, no estaba solo.

Su primer encuentro fue algo bastante normal, si se lo preguntan a él; Chuuya lo salvó de un terrible perro que no paraba de reñirle. Él solo había ido a las orillas del río a leer bajo la sombra de un árbol cuando ese animal fue a buscar pelea con él. No sabía qué hacer, siempre había odiado los perros de una manera inigualable; así que solo pudo llorar mientras se presionaba contra el tronco del árbol en la espera de fundirse con él.

Un potente ladrido, junto a un gruñido que salpicaba saliva, explotó frente a su cara mojada de lágrimas y terror. Cerró los ojos con fuerza y apretó contra su pecho el libro de encuadernadura roja que siempre llevaba. Si iba a ser devorado, no quería verlo.

Pero nunca pasó nada.

Un chillido de dolor se hizo presente. Dazai abrió los ojos sin saber qué ocurría. Frente a él ya no había ningún perro; este corría con el rabo entre las piernas hasta perderse de su vista.

No había nada que lo hiciera llorar.

Solo una cabellera rebelde y roja que se ondeaba con el ligero viento de junio frente a él. Dos esferas azules mirándolo con el ceño fruncido, pero sin ocultar un atisbo de preocupación. En sus manos algo magulladas y cubierta de banditas para los cortes, había un bate de madera.

—Ya alejé a ese perro. Dudo que vuelva a acercarse a ti. ¿Estás bien? —el chico trataba de que su voz sonase brusca o desinteresada, sin embargo, daba una impresión totalmente opuesta, quedando la voz de un chico tierno, leal y amigable.

Dazai lo miraba sin parpadear.

Su respuesta fue un sollozo que poco a poco se fue convirtiendo en lágrimas vivas.

—¿¡A-ah!? ¿Mo-mocoso? —el pelirrojo se sorprendió ante esa reacción. Miró hacia los lados, asustado de que alguien pensase que él había sido el que dañó al castaño que lloraba de manera excesiva frente a él. Sin saber qué más hacer, se arrodilló frente a él y, después de vacilar un poco, tocó con la punta de su dedo el medio de la frente del chico—. Deja de llorar. Los chicos fuertes no lloran.

Inmediatamente, Dazai dejó de llorar y se quedó mirando el dedo en su frente mientras sorbía los mocos. Rodó sus castaños orbes hacia los celestes. Parpadeó.

En su vida nunca había visto unos ojos tan claros y llenos de vida. Tan diferentes a los suyos, aburridos y muertos como los de un pez. Los miró por un largo rato, perdido entre su brillo propio y el del cielo despejado que se cernía detrás de la pequeña figura pelirroja que aún seguía cerca de él. Pensó, por un momento, en que sus ojos parecían incluso más azules que el cielo que estaba sobre ellos.

El chico estaba un poco consternado ya que el castaño solo lo miraba casi sin parpadear. Algo avergonzado, tosió falsamente y retiró su mano. Ante el puchero triste del otro y el miedo de que llorara otra vez, agitó las manos frente a él.

—¡No llores más! —suplicó.

—Pe-pero —sollozo—, yo no soy como tú. Yo no soy un chico fuerte.

El pelirrojo hundió las cejas ante ese tono de voz, no era triste ni de un niño que estaba a punto de hacer un berrinche; era el de alguien que se sentía muy solo y aun así, pensaba que lo merecía. Ambos eran jóvenes, así que no sabía lo que significaban esas complicadas emociones que sentía.

Everything is POSSIBLE. |•| Bungo Stray Dogs - Soukoku |•| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora