•❯ CAPITULO CINCO

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[ Si el héroe siempre salva a todos, ¿quién salva al héroe? ]

—Entonces... días donde no recuerdas nada de hace un año, pero donde sí tienes claros algunos detalles, como tu casa, amistades, el nombre de tu gato o inclusive tus gustos; sin embargo, hay... ciertas cosas que tienen un "velo" negro delante, ¿no?

Nikolai expuso sus ideas frente a Chuuya, ambos sentados en las cómodas butacas llenas de cojines felpudos que invitaban a tomar una siesta sobre ellos. El ucraniano estaba siendo serio al respecto, para alivio de Chuuya. Cuando comenzó a contarle lo rato que se sentía y lo difícil que se le estaba siendo el convivir con todo y todos a su amigo, creyó que este estallaría de risas locas en su cara, mas, no lo hizo. De hecho, solo escuchó atentamente cada palabra, absorbiendo cada detalle para después agarrar su mentón en gesto pensativo y sumergirse en una burbuja de análisis que finalizó con su anterior explicación.

Chuuya se palmó mentalmente el hombro.

Tenía buenos amigos.

—Sí, eso podría ser un buen resumen. —dijo, rascándose detrás de la oreja. La ansiedad le recorría el cuerpo como una corriente eléctrica constante e incómoda, haciéndose notar a cada minuto.

Aquellas palabras hicieron a Gogol hincharse de orgullo y narcisismo fingido.

—Soy genial, es mi trabajo.

Chuuya le siguió el juego con sorna.

—¿No eras florista?

—... touchéahí estaba el ataque del pelirrojo-lengua-afilada que tan bien conocía.

Le sacó la lengua como venganza y de un salto en su lugar, abandonó el cómodo asiento para ir a la pequeña cocina que había detrás, donde una tetera de agua hirviendo había comenzado a pitar vapor como loca, avisando que ya estaba lista. Agarró un par de guantes de corazones rosas y vertió el agua caliente en dos tazas previamente preparadas con un polvo oscuro y marrón. Añadió unas nubes blancas de azúcar (malvaviscos) y, llevando cada taza por el asa de porcelana, regresó.

Nikolai en ese instante comprendió que Chuuya estaba más perdido de lo que incluso él mismo (Chuuya) creía.

Sentado con las piernas ligeramente abiertas, los codos sobre ella, soportando su peso y sobre su peso, el mundo; la cabeza, llena de risos desprolijos y, en otro momento, tan brillantes como el mismísimo sol de la tarde, caídos, tristes, grises, ocultando su rostro. La cabeza estaba gacha, la mirada azul clavada en el suelo de madera, lejos de los ojos dorados de Nikolai.

Chuuya estaba derrotado.

La batalla que luchaba contra sí mismo y sus preguntas en el interior de su cabeza lo estaba desgastando.

Irónicamente, estaba perdiendo.

Gogol no se había percatado de que se quedó parado en el marco de la puerta, mirando atentamente a su amigo, sopesando las opciones y los consejos que le daría a continuación. Totalmente inconsciente de las quemaduras en sus manos por agarrar por demasiado tiempo la porcelana que se calentaba a cada segundo.

Debía medir sus palabras.

Porque sentía que Chuuya dependía de ellas.

No fue hasta que este subió la cabeza lentamente y lo miró con aquellos dos iris azules que parecían reflejar su alma en forma de zafiro, que regresó a la Tierra.

—Chuuya es muy fuerte. ¡Es genial!

—Es mi ejemplo a seguir.

—¡Chuuya-san, contamos con usted!

Everything is POSSIBLE. |•| Bungo Stray Dogs - Soukoku |•| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora