Kagami Tsurugi tiene que mudarse con su familia debido a una grandiosa oportunidad laboral que se le presenta a su padre. A pesar de estar absolutamente en contra de todo aquello relacionado con la mudanza, se da cuenta de que es una nueva oportunid...
Lo admito: quería oírlo, pero no esperaba hacerlo. El señor Couffa... digo, Luka me estaba diciendo que fue a la fiesta porque deseaba verme. ¡A mí! ¡Kagami Tsurugi! ¡A nadie más que a mí!
"Ya sabes..." Agregó rápidamente, completamente sonrojado. —"Como habías estado decaída nuevamente en las últimas semanas, deseaba verte para saber si estabas bien. ¡Y doy gracias que lo hice!"— Seguía explicando él. Me importaban muy poco cuáles fueran las razones por las que deseaba verme, me conquistó únicamente con el hecho de que él esperaba encontrarme allí. Quizá lo hizo en mi peor momento, pero que más daba. Él me estaba buscando a mí. —"M-me preocupé tanto cuando te vi en la fiesta. Estabas irreconocible."— Luka, me iba a costar acostumbrarme a llamarlo así, él seguía balbuceando tonterías, una tras otra, mientras que su cara se tornaba más roja con cada palabra que salía de su boca. Solté una risita cargada de ternura. ¡Como quería que ese hombre fuera mío! Lo deseaba, demasiado. Todo en él me fascinaba.
Me atreví a acercarme a él y plantarle un pequeño pero significativo beso en la mejilla. Él se quedó tan helado ante el contacto de mis labios con su piel, que me preocupé de haberme sobrepasado. Sin embargo, una vez volví a tomar mis distancias, él me sonrió con aquella mágica e hipnotizadora sonrisa.
"Gracias." Susurré, avergonzada ante la verde mirada de mi profesor de física. —"No sé qué hubiese sido de mí si no hubieses aparecido."— El señor Cou... ¡Luka! Luka simplemente sonrió, levantando la comisura derecha de sus labios, para luego volver la vista hacia la ventana. Ya no veía tristeza en esos ojos.
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Las cosas mejoraban increíblemente cuando Luka volvía a mi vida. Retomamos las clases particulares, pero no ocurrió nada interesante salvo algunas miradas comprometedoras. A veces lo pillaba mirándome de reojo mientras que fingía que corregía exámenes. Obviamente aquello me hacía sentirme especial.
Con la llegada de la primavera también llegaron los preparativos para el Baile Anual de las Rosas, en donde se elegía a la Reina y al Rey del instituto. Chloé y yo nos anotamos como voluntarias para la organización del evento. Ella, para elevar su popularidad para convertirse en Reina; y yo, para estar más cerca del profesor encargado de supervisar los preparativos para el evento: El señor Couffaine.
Como la tesorera del grupo, me veía obligada a estar en permanente contacto con Luka, por lo que a regañadientes accedió a darme su teléfono celular. La verdad era que había estado buscando una excusa sobre cómo pedírselo indiscretamente; y como el profesor es quien lleva las cuentas financieras y la tesorera es aquella que se encarga de juntar fondos, era necesario que estuviésemos en contacto.
Al principio nuestras conversaciones se basaban únicamente en el Baile. Luego, éstas comenzaron a ser un poco más íntimas. Todo comenzó cuando mientras hablábamos sobre cómo una presentación de todas las candidatas siempre generaba revuelo, en una de esas platicas me confesó que su verdadera pasión no era la física, sino la música. Me contó con emoción que cuando era adolescente soñaba con formar una banda y vivir de la música. Pero con el paso de los años ese sueño parecía ser más lejano y empezó a dedicarse a estudiar física. Me sentía afortunada de que pudiera compartir algo tan íntimo conmigo. Yo por otra parte, le comenté de forma casi sin importancia que estaba un poco cansada del drama, refiriéndome a la telenovela que se vivía día tras días en mi casa. Él se vio muy interesado en mis palabras y me preguntó cómo iba todo con mis padres. A partir de allí, Luka no solo se convirtió en mi psicólogo gratuito de tiempo completo sino que también comenzó a ser un gran amigo. Nunca se molestaba conmigo, incluso cuando lo mensajeaba a altas horas de la mañana.
