Kagami Tsurugi tiene que mudarse con su familia debido a una grandiosa oportunidad laboral que se le presenta a su padre. A pesar de estar absolutamente en contra de todo aquello relacionado con la mudanza, se da cuenta de que es una nueva oportunid...
Pasaron algunas semanas y todo con respecto a Luka marchaba de maravilla. Seguí viéndome con Félix, a quien no le comenté una palabra de lo que había ocurrido en el salón de física; y ésto a Luka le molestaba horrores.
Buscaba toda forma posible de hablar conmigo a escondidas, sin embargo, yo lo evitaba y así el juego reanudaba. Había aprendido cómo provocarlo, darle una probada para que se quedara con las ganas y luego marcharme como si nada ocurrió. Ésto ponía al azabache en su forma más sensible e intentaba encontrar cualquier pretexto para llevarme a algún lugar para estar a solas.
Sin embargo, cuando creí que estaba jugando mis cartas como una profesional, Luka me pilló por sorpresa un día en el que apareció con el cabello revuelto y la corbata desacomodada en el salón de clases.
El señor Couffaine nunca descuidaba su imagen, siempre llegaba al instituto con una vestimenta impecable y el hecho de tener la corbata mal acomodado solo significaba que ALGUIEN la había movido de su lugar original.
“Voy a matarlo.” Le confesé a Félix, mientras él buscaba algunas cosas de su casillero. A él le divertía mucho todo el asunto. Se había vuelto parte del juego, así como también la directora Rossi. Incluso si eran insignificantes peones, tenían un valor importante. Todos queríamos ganar.
“¿Qué vas a hacer ahora?” Me preguntó, con una sonrisa divertida.
“No lo sé.” Susurré, cruzándome de brazos con el rostro preocupado. —“¿Qué sugieres?”— Félix hizo una mueca y apoyó la espalda sobre su casillero.
“¿Y si nos pilla tratando de 'hacerlo'?” Preguntó, observándome con aquella sonrisa pervertida en sus labios. Golpeé su hombro.
“No digas tonterías.” Le advertí, mordiéndome el labio para aguantar la risa.
“Bueno, si yo fuera Couffaine, no habría nada que me molestara más que encontrar a mi chica a punto de hacerlo con otro hombre.” Aclaró. Tenía razón, pero era algo demasiado arriesgado. No tenía idea de cómo podría reaccionar Luka y lo que menos deseaba era que se ofendiera hasta un punto crítico.
Casi al mismo tiempo, como arte del destino, Luka y la directora Lila Rossi salieron de su oficina acomodándose disimuladamente la ropa. Félix y yo los miramos con cara de póquer, obviamente sorprendidos. Ella pareció no habernos notado, pero Luka, al verme, me lanzó una sonrisa victoriosa, antes de marcharse hacia su aula.
“Jaque Mate.” Pronunció Félix.
“Aún no.” Mascullé entre dientes, apretando los puños mientras observaba a la directora Rossi ruborizarse al mirar a Luka caminar por los pasillos. No quería odiarla, sabía que a diferencia de Félix, ella no sabía nada. No era su culpa, pero la furia que recorría mi cuerpo en ese momento me suplicaba ir por ella y molerla a golpes.
“No quiero saber en qué piensas.” Sonrió Félix, divertido por mi rostro tan fruncido y rojo de furia pura.
“¿Dije que tu idea era una tontería?” Pregunté, volteándome hacia él. Me relamí los labios. —“Quise decir, brillante.”— Él sonrió, satisfecho.
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