Capítulo 2: Talento

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~~~actualidad: 9 años después de la desaparición de los héroes~~~~~~

El valle de San Francisco/Tokio, mejor conocido como San Fransokio, era un pueblo no muy grande; apenas en desarrollo. Un huracán lo había azotado, casi destruido, décadas atrás; mas fue reformado por inmigrantes de oriente que le dieron nueva vida y diseño al lugar. En cada rincón se podía distinguir la mezcolanza de cultura nipona y occidental; las tradiciones y fiestas se combinaban, al igual que las costumbres, el idioma y —a veces— la vestimenta. Un lugar muy pintoresco, a decir verdad.

Luego del fin de la guerra, San Fransokio comenzó a crecer aún más. Pues ya no había impedimento alguno para que los humanos pudieran desarrollarse libremente en todos los ámbitos posibles. Había paz, sí.

Pero eso no significaba que no hubiera maldad.

—Ya les dije que no tengo nada, déjenme en paz —el chico de cabellos alborotados habló, secamente, sin inmutarse; mientras un grupo de chicos lo acorralaba contra la pared.

La maldad humana, a veces más peligrosa que la demoníaca, hace que cualquiera se pregunte si realmente valió la pena enfrentar a los demonios en una guerra de un siglo entero para librar a la humanidad de su yugo.

—¿Ah sí? —dijo uno de los chicos que, al parecer, lideraba el grupo. Era un tipo alto, rubio, de ojos rojizos y dientes puntiagudos. A simple vista, se veía muy intimidante. —¿Entonces que llevas en esa bolsa tan grande, Hiro?

Una risa macabra salió de las bocas de todos los presentes. Hiro no se movió.
Era la quinta vez en la semana y la enésima vez desde que su hermano mayor dejó la aldea hace 9 años que estas cosas le pasaban casi a diario; a sus actuales 18 años de edad, ya se le había hecho una costumbre.

—Nada que pueda interesarles, cerebros de mosquito. —Hiro estrechó la bolsa de cuero que cargaba con él hacia su cuerpo, abrazándola con sus manos enguantadas.

Ante toda réplica, el líder rubio rápidamente hizo una seña a dos de sus cómplices para que se fueran contra Hiro.

—Bueno, tú te lo buscaste. —dijo el chico mientras los otros dos lo golpeaban en los costados, haciéndolo soltar la bolsa, para después tomarlo de los brazos; inmovilizandolo.

Hiro soltó un jadeo de dolor y a la vez de cansancio.

—Maldita sea, aquí vamos de nuevo...—dijo para sí mismo el chico de cabellos alborotados.

De verdad que no tenía humor para enfrentar a esos imbéciles. ¿Por qué empezaron a molestarlo en primer lugar?
Ah sí, porque hace años se le ocurrió abrir la boca y acusar a esos bravucones de robar comida de la tienda de su tía. Desde entonces, lo atormentan para asegurarse de que no lo volviera a hacer.
¿Pero Cass lo sabe? ¡Por supuesto que no!

Pero bueno, ¿Qué importa? De todos modos siempre pasa pronto. Lo golpean un poco, se ríen de él y luego lo dejan. Nada más.

Había cosas más importantes para angustiarse, por ejemplo ¿Cuál sería la cena de hoy?

No tuvo tiempo ni de pensarlo, pues al instante recibió un golpe en el estómago dejándolo sin aire.

—¿Te crees muy gracioso, imbécil?— le gritó el tipo rubio a Hiro—¡El que seas el hermano de Flame no te da derecho a insultarnos! ¡¿Oíste?!

Eso claramente picó a Hiro. En todos sus años de ser acosado, jamás se habían metido directamente con su familia.
No, eso no lo iba a permitir.

—Y el que tú seas hijo del herrero que sirve al ejército del rey no te da derecho a golpearme. —responde el pelinegro, con veneno en su voz.

Cómo respuesta recibió un puñetazo en la cara.

MI HÉROE [HIGUEL] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora