~ ¿TIRED?, NEVER FOR YOU ~
Estaba inmerso en los documentos que tenía en sus manos sobre la redada de esa tarde; se sentía cansado, su cuerpo estaba tenso y los párpados le pesaban.
Cerró los ojos por un momento para descansar la vista más no volvió a abrirlos; la puerta de su despacho siendo abierta fue lo que lo despertó.
Se incorporó de golpe haciendo volar los informes sobre su escritorio y sacándole una sonrisa al chico de cresta frente a él.
— Lo siento Vik — río por lo bajo — no era mi intención interrumpir tu siesta.
— No estaba dormido — frunció levemente el ceño e hizo un leve puchero que logró sacarle una sonrisa al menor — solo cerré los ojos por un momento.
— Claro que si — dijo sarcástico — anda, vayamos a cenar; muero de hambre.
Desde que salían hacia ya 6 meses habían establecido días para recoger al contrario del trabajo e ir a cenar juntos; hoy era el turno de Horacio.
Manejaba camino al restaurante cuando reparó en que su comisario se había quedado dormido en el asiento del copiloto.
Sonrió ante la imagen.
Le encantaban sus largas pestañas, tenía sus finos labios entreabiertos y el ceño que tanto lo caracterizaba había desaparecido; podría admirar cada milímetro de su rostro durante horas y jamás cansarse.
Cuando estaba a punto de llegar al restaurante volvió a mirarlo.
Pocas veces se le veía de esa forma y no queriendo ser quien interrumpiera aquella serenidad decidió pasar de largo y dirigirse a la pizzería favorita de ambos.
Antes de bajar se quitó la chaqueta de FBI, se la colocó sobre los hombros y besó su frente.
Le miró enternecido cuando el ruso sonrió ante el dulce contacto sobre su frente estando aún dormido; paseó delicadamente el dorso de sus dedos sobre su pálida mejilla y por fin salió del coche.
Cuando estuvieron frente a la casa de Horacio éste se giró en su asiento y colocó su mano en la mejilla de su pareja acariciándola suavemente con su pulgar.
— Vik, despierta.
El aludido no respondió, se limitó inclinar su rostro ante la calidez que le producía el contacto de la mano sobre su rostro.
— Viktor — susurró cerca de su rostro.
— ¿Hemos llegado? — dijo en tono bajo con voz ronca y los ojos cerrados.
— ¿Seguro que no quieres dejarlo para mañana? — cuestionó inseguro.
— No no, quiero cenar contigo — se incorporó de golpe y abrió los ojos desconcertándose al instante por el sitio en el que se encontraban — pero-
— He comprado la cena — le interrumpió divertido por la confusión de su pareja — anda, vamos.
Al entrar a la casa del menor dejó su abrigo en el perchero de la sala y arrastrando los pies por el cansancio se dirijo al comedor más su andar se detuvo cuando el contrario lo tomó de la mano y tiró de ella para que se girara en su dirección.
Cuando le vio caminar escaleras arriba se puso nervioso pues nunca antes había estado en la habitación de Horacio, pero su cansancio era mayor y sin chistar se dejó arrastrar por él.
Una vez dentro el menor lo tomó delicadamente por los hombros obligándole a sentarse en la cama y se dirijo a su armario.
— ¿Qué haces?
No respondió; al encontrar lo que buscaba se acercó a él y le entregó una muda de ropa.
— Toma un baño y ponte cómodo —
— Pero ¿Y la reservación?
— Podemos ir otro día — le tranquilizó antes de besar la punta de su nariz — anda, estaré abajo.
— Gracias, solntse — esbozó una sonrisa cansada y se encaminó hacia la ducha.
Si algo le gustaba de su pareja es que al ser también un agente de la ley comprendía a la perfección el agotamiento físico y mental que conllevaba tal trabajo.
Perdió la noción del tiempo al rendirse en la sensación del agua caliente envolviendo y destensando su cuerpo; cuando salió de la ducha sé sintió más despierto y regresó al salón para buscar a su pareja.
Le encontró de espaldas en la cocina sirviendo lo que su olfato le indicaba era café, se acercó de puntillas y lo abrazó escondiendo su rostro en la curvatura de su cuello y aspirando el perfume que tanto le encantaba.
El moreno sonrió.
— ¿Cómo te sientes?
— Mucho mejor, gracias solntse — besó su mejilla.
— Puedes dormir en mi habitación — se giró aún sobre sus brazos para mirarle — en un momento te alcanzo — le dió un corto beso y se separó.
— No, yo... tengo hambre de hecho — dijo avergonzado.
— He comprado pizza de nuestro lugar especial, la mitad es con piña — le guiñó un ojo y le sonrió.
— Eres el mejor — volvió a apegarlo hacia él y le dió un dulce beso en la nariz.
— ¿Puedes llevar todo a la sala? — se apartó de él y se encaminó hacia las escaleras — en un momento estoy contigo.
Llevó consigo un par de platos, la comida que había comprado Horacio y se acomodó sin vergüenza en el mullido sillón.
Leía atento el catálogo de Netflix buscando algo que les agradara a ambos cuando su pareja regresó con su pijama puesta y trayendo consigo un par de almohadas y mantas en mano.
Ambos se acurrucaron en el amplio sofá comenzando una discusión amistosa que terminó en una guerra de cosquillas por ganar el mando de la TV.
Esa fue la primera de muchas noches de películas, pues lo que comenzó como una idea fugaz para velar el sueño del otro se convertiría en una rutina de una vez cada 2 semanas.
La espontaneidad de aquellos momentos era la chispa de su relación, no necesitaban cenar en restaurantes lujosos o gritarle al mundo que estaban juntos; bastaba con la cercanía del otro y esos pequeños momentos hogareños para saber que estaban hechos el uno para el otro.
~ FIN ~
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