~ CAN YOU REPIT IT? ~
— Papá — le llamó al peligris sentado en el mullido sofá del salón.
— ¿Ya te vas? — cuestionó haciendo los informes a un lado y quitándose las gafas antes de girarse a verlo.
— Ya casi...
— Recuerda llevar temprano a casa a Artemisa, no quiero problemas con Banks — enarcó una ceja como advertencia.
— Yo... necesito un consejo, ya sabes sobre... Artemisa — balbuceó nervioso desviando la mirada.
— ¡Oh!, nuestro solntse no está per-
— No — le interrumpió nervioso jugando con los dedos de sus manos y el borde de su camisa — de hecho... el consejo quería pedírtelo a ti.
— A- a mi?
Internamente estaba gritando. Tal vez no era un experto en relaciones y temas amorosos, vamos tardó 8 años en entender el "me gustas, te gusto" y pedirle una cita a Horacio, pero el que su hijo acudiera a él le llenaba y enternecía a la vez.
Palmeó él asiento a su lado invitándole a sentarse y continuar.
— ¿Qué sucede?
— ¿Cómo... cómo fue tu primer beso con papá?
— ¿Cómo? — ciertamente la pregunta le había tomado por sorpresa.
— Si, me refiero a que si supiste cuando era el momento indicado — pasó la palma de su mano por su cuello y algo cohibido continuó — es que... no quiero arruinarlo y que después prefiera salir con el niño bonito de los Collins — concluyó entornando los ojos.
Sonrió. Su hijo le recordaba a él mismo hace unas décadas.
Cuando recien comenzaron a salir los nervios lo invadían constantemente, después de tantos años al fin estaban juntos y a pesar de que estaba seguro de lo que sentía y su pareja también aún se mostraba reacio a las muestras de afecto espontáneas.
Tiempo y paciencia es lo que le había pedido a Horacio, tenía que ir escalando poco a poco hasta que su cuerpo se acostumbrara y reaccionara por si solo al contacto físico.
Al comienzo ni siquiera habían tenido su primer beso, cada vez que el moreno lo intentaba entraba en pánico y huía.
Claro que aquel temor e incomodidad no era para menos; le avergonzaba que a su edad su experiencia en esa área fuera casi nula y lo que menos deseaba era que al intentarlo Horacio no se sintiera satisfecho y se decepcionara de él.
— No tenemos que correr; iremos poco a poco hasta que te sientas listo, ¿vale?.
— No quiero que te aburras de mí porque me cuesta expresarme — desvío la mirada cabizbajo y su corazón se oprimió ante la idea — ya te alejé una vez, no quiero volver a hacerlo.
— No lo harás — tomó su mentón y le obligó a mirarle devuelta — jamás volveré a dejarte solo — entrelazó los dedos de sus manos y besó el dorso de la misma.
Desde aquella promesa a diario Volkov repetía el tierno gesto que había aprendido de su pareja, al saludarlo y al despedirse lo tomaba de las manos y depositaba un suave beso en cada una.
Era una rutina que adoptaron y que después de unas semanas se complementó con otro pequeño gesto también iniciado por el menor de ellos.
— Cierra los ojos — se acercó peligrosamente a su rostro causándole un violento sonrojo al contrario.
— ¿H-Horacio? — susurró nervioso — ¿qué... qué haces?
— Confia en mí y cierra los ojos.
