Capítulo 2:

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  Bueno, si creían que esta historia solo la contaría Ana están muy equivocados, cada cual tiene su punto de vista de la situación y siendo honestos a diferencia de mi mejor amiga, yo no oculto detalles, simplemente los cuento tal y como son. Para no hacer la cosa tan monótona mejor continúo.

  Aquí estamos justo delante de la tienda a punto de salir para acaparar todas las armas que podamos. La parte curiosa es ¿qué nos sucederá cuando no tengamos más municiones para las armas o peor aún, qué pasará si se acaba la comida? La tienda está rodeada de muertos y lo más interesante de todo es que aquí estamos, sin ni siquiera mover un dedo, esta es una de las razones por las que no quería dejarle el mando de la situación a ese engreído de Jay.

-  Chicos enseñémosles a esos monstruos lo que podemos hacer – habló el rey de Roma y salió del auto, entonces con los dos picos que tenía comenzó a destripar a todo zombie que se le colocaba delante.
 
Lo primero que me pasó por la mente fue que ese tipo estaba enfermo, una amplia sonrisa salía de sus labios cada vez que derribaba uno de esos monstruos al piso y les desgarraba las entrañas, o mejor dicho, lo que quedaba de ellas. Aun así una parte recóndita de mi mente insistía en susurrarme lo bien que se veía matando a esas bestias,  digo bestias porque esos bichos estaban lejos de ser humanos, pero si les soy sincera, en esos momentos no sabría decir quién era la víctima y quién la bestia. Jay no sabía disimular muy bien el gran sadismo que despedían sus gestos cada vez que atravesaba con uno de sus picos el cráneo de los zombies.

- ¡Camille! ¿Acaso planeas quedarte toda la noche en el auto mientras nosotros nos ensuciamos las manos? – me gritó Ana mientras atravesaba el abdomen maltrecho de uno de los muertos vivientes.

- Enloqueciste si piensas que les dejaré toda la diversión a ustedes. – le respondí a gritos saliendo del auto, pues ella ya se encontraba un poco lejos peleando contra los cadáveres.
 
Al salir, me tocó dar puñetazos y rezar para que esos malditos bichos no me mordieran porque no alcancé a tomar ningún arma en casa de Mark, increíble pero cierto.

- ¡Toma! – Ana me lanzó una de sus catanas que por cierto, le arrancó la cabeza a un zombie mientras hacía su recorrido a mis manos. El arma cayó justo a mis pies y me apresuré a cogerla.

Después de toda una matanza, nos adentramos en la tienda clandestina, el interior del lugar también estaba infectado de muertos por lo que nos tocó mutilar a los cadáveres andantes un poco más. Cuando la atmósfera de ese cuchitril estuvo libre de esas pestes y me concentré en otra cosa que no fuera matar, me di cuenta que sin importar lo cutre que fuera esa casucha me sentía en el mismísimo paraíso… ¡Armas! ¡Montones y montones de armas! Había de todo tipo y tamaño, era asombroso, sin poder detenerme, de mis labios escapó un pequeño silbido de admiración mezclada con felicidad, cosa que llamó la atención de todos, que centraron sus miradas en mí.

- ¡¿Qué?! – pregunté despectiva.

- Tienes cara de loca – murmuró Nayla haciéndome ser consciente de mi expresión. Esbocé una sonrisa tranquilizadora.

- Solo me gustan, eso es todo. – dije encogiéndome de hombros.
 
Todos volvieron a lo suyo y empezaron a elegir las armas que se llevarían. Yo me encaminé a uno de los estantes en busca de mis bebés favoritas, después de tanto rebuscar en él y en las cajas de al lado, las encontré: una Colt M1911 Americana y una M9. Suspiré de felicidad, las besé a ambas y comprobé que estuvieran bien cargadas para luego aferrarlas a la cinturilla de mi pantalón.

- No puedo creer que poseer armas te excite tanto – escuché la voz de Jay a mi espalda. Alcé las cejas aunque no podía ver mi gesto y me giré hacia él con una sonrisa en el rostro.

- ¿En serio? Pues fíjate, yo no puedo creer que a ti te excite tanto matar. – le dije poniendo cara inofensiva.

- No tengo idea de qué estás hablando.- me dijo fingiendo sorpresa, pero la sonrisa retorcida que esbozó después me confirmó aún más de que sabía de sobra de lo que yo estaba hablando. Chasqueé la lengua.

The dead not thereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora