III.

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Habían pasado 2 semanas enteras, muy irreal pero totalmente cierto. Gojo miró a su pequeño niño mirando la tv, se sentía triste y no encontró nada más que ver por horas la misma pantalla, no había un canal ni colores llamativos; sólo las líneas estáticas con un sonido agudo.

Tomo al muchacho en brazos y lo cargó hasta su cama, allí lo tapó delicadamente mientras sonreía, Yuuji tenía sus ojos rojos e hinchados, fue muy obvio lo que sucedió. El niño insistió en que vaya a reportar la desaparición de su abuelo, el mayor sólo cruzó hasta llegar una esquina, se detuvo y esperó dos horas ahí hasta llegar al hogar y mentirle: —Lo buscarán.

Estaba todo bien planeado.

Acaricio sus suaves mejillas y besando su frente le susurró, —mañana iremos a mi casa—. El chiquillo sonrió de oreja a oreja y cerró por fin sus ojos, esperando el siguiente día que llegó inesperadamente.

Los pájaros cantaban, el viento estaba tranquilo y el sol no hacía su participación o no era muy notoria, un día triste otra vez. El castaño pestañeó mirando por última vez lo que sería la habitación de su abuelo, un gran hombre decidido y fuerte al criarlo, tenía tantas ganas de veelo, tantas ganas de ser reprochado, lo queròa verlo por el simple hecho de que era su abuelo.

—Yuuji.. —llamó el albino saliendo de la puerta principal—. Ven, ya empaqué toda tu ropa.

El nombrado asiente y baja no sin antes cerrar la puerta y mirar con tristeza la perilla. Bajó corriendo y aceptó la mano de su niñero, quién no dejaba de sonreír, llegaba a parecee un hombre lleno de felicidad, totalmente perturbador.

Subió al auto y observó desde la ventana cómo poco a poco se alejaba de su hogar, sus recuerdos permanecían allí pero sabía que si no dejaba su pasado no iba a tener un futuro. El ambiente del auto era cálido y un aroma a vainilla llenaba sus pulmones, como si de un afrodisiaco se tratara, se acomodó en el suave asiento y cayó en un dulce sueño.

Mientras dormía, unos pálidos y penetrantes ojos lo devoraban. Satoru obtuvo lo que quiso.

El cielo se pintó oscuro, la lluvia no tardó en caer provocando un frío abrazador. El menor despierta por un ruido de un relámpago del que odio como nunca, algo que más temía era aquello, rascó su helada nariz y miró al conductor.

—Mira, allí, esa es mi casa. —señaló contento hacia una muy grande pero tristemente solitaria casa, mas bien como una mansión en medio del bosque. Rara vez se veía algo así, un lugar lejos de la civilización que probablemente tenga secretos y por qué no oscuros relatos— Estuviste muy dormilón hoy, fueron 3 horas, espero que puedas dormir bien.

¿Había escuchado bien? 3 horas de un repentino sueño, significa que en todo ese rato el mayor estuvo sentado sin hacer nada únicamente para no despertarlo.

Ambos jóvenes bajaron del auto, el alto atrajo a Yuuji tomando cuidadosamente de su cintura. La lluvia se había tranquilizado, pero no obstante, los relámpagos no cesaron aún, Satoru apretó el agarre y suspiró mirando la puerta del hogar.

—Debemos apresurarnos.

El lugar era enorme, lleno de cuadros y floreros con vegetal totalmente seco. Las paredes tenían su cubierta de color marrón y algo húmedas, el suelo de madera rechinaba bastante, las cortinas no se movían de lo tiesa que estaban y las ventanas abiertas dejaba entrar el frío soplido, recorriendo los  inquietantes pasillos.

—Es algo vacío mi casa pero contigo el sol llegará en estos techos. —vocalizó el albino, observó al niño asegurar lo que alegó y volvió a colocar su vista a los inmóviles objetos que decoraban la sala principal.

ʟᴀ ᴛɪᴇɴᴇꜱ, ʟᴀ ᴛʀᴀᴇꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora