𝐂𝐔𝐀𝐓𝐑𝐎

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━━━━━━━━━LA SUDADERA NARANJA━━━━━━━━━

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LA SUDADERA NARANJA
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RICKY SIN CAMISA. RICKY SIN CAMISA. RICKY SIN CAMISA.

Eso era lo único en lo que podía pensar mientras lo ayudaba a organizar toda su ropa, que estaba esparcida en cajas de mudanza. Cada vez que me inclinaba para meter algo en las cajas, mis ojos, como imanes, volvían a su pecho desnudo. Él parecía ajeno, concentrado en esa tarea tediosa de buscar sus cosas.

— Me rindo —dijo de repente, dejándose caer en el pequeño sofá de la sala, visiblemente frustrado—. Es imposible, no están aquí.

— No te agobies, Ricky. Voy a echar un vistazo allí —respondí señalando una pila de cajas aún cerradas.

La nueva casa era mil veces más pequeña que la anterior. Con solo dar un par de pasos podías recorrer prácticamente toda la vivienda. Era evidente que este cambio no le gustaba nada. Cada esquina, cada pared vacía, parecía recordarle lo que había dejado atrás.

Me acerqué a una caja que no pesaba mucho. La abrí con curiosidad, y una sensación de alivio me invadió.

— ¡Aquí están las sudaderas! —exclamé, mientras sacaba un par de ellas con una mano.

Ricky se levantó rápidamente, caminando hacia mí con una mezcla de ansiedad y esperanza.

— Hazme un favor —dijo—, mira si están todas. Deberían ser seis.

Comencé a contarlas: una, dos, tres... Seis. Pero faltaba una.

— Aquí están las seis, pero... —dije con el ceño fruncido mientras cerraba la caja—. ¿No tenías siete?

Él se detuvo a mitad de camino hacia otra caja y me lanzó una mirada extrañada, como si tratara de recordar algo.

— No lo creo... —murmuró, con la voz algo apagada. Luego, como si nada, continuó hurgando entre las cajas—. Sudaderas, pantalones, ropa interior...

— Ricky.— interrumpí, con un tono que casi era una súplica.

— Ahora estoy ocupado.— dijo sin mirarme, como si esa tarea de contar ropa fuera lo más importante del mundo en ese momento.

¿Ocupado? Solo estaba revisando ropa, pero algo en su actitud me hacía sospechar que algo más estaba ocurriendo. No era solo la ropa lo que olía mal, sino la situación en general. Aunque la pizza caducada en la encimera tampoco ayudaba.

— ¿Y tu sudadera naranja? — pregunté, intentando mantener la calma—. La que tenías hace un par de semanas en tu armario. Esa que me puse más de una vez.

Ricky se detuvo, pero solo por un segundo. Luego, sin girarse, respondió con indiferencia.

— Creo que mi padre la donó. Ya sabes, era una simple sudadera vieja, nada importante.

SKATE 2: LUNA || 𝗥𝗜𝗖𝗞𝗬 𝗕𝗢𝗪𝗘𝗡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora