Epílogo - Aniversario

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*ding*- sonó una notificación en un teléfono celular, que fue tomado por un par de manos regordetas para ver su contenido.

"Papá, llegó mi comida." – Escuchó Roberto desde la sala.

Un muy obeso señor de 32 años, de alrededor de unos 230 kg se levantó de su silla en el comedor y se dirigió a la puerta a recibir la comida que había pedido su hijo.

"Cuatro pizzas de queso séxtuple, pepperoni y salchicha, seis hamburguesas dobles, dos refrescos de 3 litros, cuatro litros de helado y dos órdenes de brownies para Elías ¿Correcto?" – Dijo el repartidor

"Así es" – respondió el obeso hombre

"Se ve que va a estar buena la fiesta, que se divierta" – Dijo el repartidor, quien no había visto a un hombre tan obeso en su vida, pero prefería no asumir que todo lo que acababa de entregar era para él solamente.

De vuelta dentro de la casa, en el sillón se encontraba un enorme chico de 16 años, rodeado de cajas y bolsas vacías de comida rápida, su respiración se agitaba con facilidad debido a la gran cantidad de grasa que había en su cuerpo, sumado a su nula condición física.

El chico apenas podía realizar algunos movimientos básicos y a pesar de que no era inmóvil por completo, necesitaba la ayuda de su padre o su "roomie" para desplazarse cortas distancias, por ejemplo el baño o la cocina.

Aunque por lo que general se le veía en la sala de estar, justo como en este momento en el queal sus brazos reposaban sobre su enorme panza y sus manos sujetaban un control de Playstation con diligencia.

Su trasero y sus piernas ocupaban el espacio correspondiente a dos asientos de un sillón grande, sobre ambas piernas reposaba una enorme panza que ya hace tiempo había cubierto las partes íntimas del chico de 16 años, por lo que ya no era necesario usar ropa interior y de cualquier modo, hacía ya tiempo también que su grasa de la zona púbica había encogido su miembro al punto en que apenas y era visible gracias a toda la grasa.

El señor entró a la sala con la montaña de comida, lo puso todo sobre una mesa plegable que estaba frente al sillón y se sentó a un lado del inmenso muchacho, dispuesto a alimentarlo mientras seguía enfocado en el videojuego.

Comenzó apilando rebanadas de pizza, que posteriormente untó con su aderezo especial, las acercó a la boca de su hijo, quien abrió la boca, mordió y comenzó a masticar sin siquiera despegar la mirada del televisor.

Mientras el chico masticaba, el padre sobaba la enorme panza del muchacho, para estimular su digestión, su apetito y por su puesto, excitarlo para que pudiera terminar con el festín que había pedido. Una vez terminadas las pizzas el padre del chico dio un pequeño descanso para mencionar algo importante.

"Hoy se cumple un año desde que me divorcié de tu madre" – Dijo el hombre mientras seguía sobando el enorme estómago de su hijo.

"¿En serio? Vaya que cambiaron las cosas ¿No? – Dijo el obeso muchacho mientras ponía pausa al juego y agitaba su enorme panza con ambas manos.

"Especialmente esto jajajaja" -Continúo para luego riéndose.

Roberto recordó en ese momento que lo que le dijo al Doctor de la escuela de su hijo meses atrás, se había vuelto realidad. A pesar de que tuvo que dejar de engordar tan rápido para poder cuidar de su hijo casi inmóvil, Roberto era feliz con esta nueva vida, miró nuevamente a su hijo y siguió alimentándolo, aún faltaba atiborrarlo de mucha comida ese día.

"¿Qué vas a querer para cenar hijo?" – Dijo Roberto mientras acercaba la primera hamburguesa a los labios del obeso chico.

"Tengo antojo de pollo frito" – Dijo Elías mientras masticaba y se esforzaba por respirar.

"Sin problema, gordito" – Respondió el padre mientras programaba el pedido en su teléfono.

Después de todo, eran libres de comer lo que quisieran y sabía que su obeso hijo de ahora 16 años no se conformaría con los 315 kilos que pesaba actualmente.

Elías siguió comiendo hasta que terminó con todo, incluyendo los postres, dejó salir un enorme eructo y se recargó en el sillón tratando de estabilizar su respiración, mientras miró de reojo a su padre y le echó una sonrisa.

Para el chico y su padre, esa sonrisa cobró un significado especial cuando Elías ya no podía alcanzar su pene debido a su panza, por lo que su padre era el encargado de masturbarlo prácticamente después de cada comida.

Roberto se puso justo frente a su hijo y abrió sus piernas, con una mano levantó la enorme panza que cubría su entrepierna, mientras que con la otra mano se dedicaba a buscar lo poco que quedaba del pene de su hijo, que a estas alturas se veía a lo mucho de 3 o 4 centímetros debido a la grasa que le rodeaba.

Mientras Roberto jugaba con el pene de su hijo, Elías pasaba sus gordas manos sobre su propio cuerpo, hasta donde la grasa y su poca movilidad se lo permitían. Mientras se encontraban haciendo esto, escucharon que alguien más entró al departamento.

Se trataba de Sebastián, quien desde hace seis meses ya vivía con el par de obesos, cosa que obviamente surtió efecto en su cuerpo. Engordó rápidamente, tal vez a un ritmo aún más acelerado que el de Elías, en cualquier caso, ahora portaba con orgullo un gordo cuerpo de 135 kilos.

A diferencia de Elías, Sebastián si terminó la secundaria y se inscribió en la preparatoria, la cual ahora se encontraba cursando y le permitió iniciar de nuevo desde cero, con nuevas personas en su vida, para quienes era el "gordito, nerd, amigo de todos".

Sebastián entró a la sala, sudando tras la caminata de la escuela a la casa y tras ver la escena con Elías y Roberto, no dudo en sonreír también y comenzó a desnudarse, dispuesto a participar junto a sus gordos favoritos.

Al retirar su ropa, Sebastián dejó ver su gordo cuerpo, que tenía decenas de pequeñas estrías rojas por todos lados, incluyendo su panza, sus pechos, sus axilas y su entrepierna, algo que demostraba lo rápido que se adaptó a los hábitos de su familia adoptiva.

"No pensaban dejarme fuera de la diversión ¿Verdad?" – Dijo Sebastián mientras con una mano movía sus lonjas y con la otra comenzaba a estimularse.

Roberto y Elías le regresaron la sonrisa, la diversión de los tres obesos apenas comenzaba.

Malos hábitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora