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── No lo sé Ruto.

Ubo otro tortuoso momento de silencio.

Junkyu no sabía cómo reaccionar, estaba buscando esto hace días y ahora que lo vivía simplemente parecía quedarse en trance.

Los labios ajenos rozaron los suyos, una corriente eléctrica pasó por toda su colunma vertebral e involuntariamente dejó escapar un gemido agudo.

Al diablo con todo, Haruto era suyo, él estuvo antes que Karina.

Entonces se desató los indebidos toques bajo la camisa. Y la boca del universitario se encontraba encima besándolo apasionadamente.

Sí antes Junkyu no quería que Haruto lo tocara más de lo debido, y le limitaba besos hasta en numerandolos en algunas ocasiones. Ahora mandaba eso por la borda, ambos se extrañaban, aunque Haruto dijera que amaba a Karina su voz interior dictaba otra cosa, otra cosa llamado "Junkyu me gusta más".

Y Junkyu aprendía mucho de esta lección, dejó ir fácilmente a su dueño con otra persona que le tomaba toda la atención del mundo cuando él prefería pasarse horas durmiendo o mirando su serie favorita, solo si se lo pedía el Universitario accedía a sus besos y casi la mayoría del tiempo se hacía el de rogar.

No obstante; Haruto era igual de culpable que él. La primera vez que su pequeño cuerpo en su forma animal cayó en sus grandes manos, el japonés le ofreció lo mejor de lo mejor, mimandole y comprandole todo lo que se le apetecía.

Mucho dinero se había derrochado en sus caprichos, Haruto nunca le decía que no y Junkyu se acostumbro a lo fácil.

Por el momento aún nadie del apartamento se quejaba por su forma de usar el dinero, pero ahora el híbrido era consciente de que su comportamiento con Haruto no fue el mejor.

La decisión de recuperarlo y valorarlo se mantenía más fresco en su cabeza, y agradecía que Haruto le ponga las cosas fáciles al besarlo.

── Sueltame, también quiero tocarte. ─ Pidió puchereando. Pues Haruto le hacía de todo y él solo estaba amarrado, moviendo únicamente la lengua.

── Ya sé a que juegas en esto, siempre terminas arañandome la espalda. ─ Reprochó repartiendo besos cálidos por su cuello hasta bajar cerca de uno de sus pesones.

Las orejitas del menor bajaron.

── Te juró que no haré eso, no otra vez. Habló en serio ─ Continuó implorando entre diminutos gemidos, Karina y la bola de pelos podían escucharlos.

El mayor ni se inmutó en mirarlo disfrutando su cuerpo a su merced.

── Imbécil. ─ Sus pedidos acabaron en esa palabra. Se rindió dejando de estirar sus muñecas de la cuerda, esa misma que lo conectaba a la cabecera de la cama.

Aquella noche se entregaron, lo más silencioso posible, fue un gran reto del que disfrutaron, usualmente eran muy escandalosos y a la mañana siguiente se ganaban quejas del vecino.

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𝐌𝐘 𝐊𝐈𝐓𝐓𝐄𝐍 ෆ 𝗵𝗮𝗿𝘂𝗸𝘆𝘂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora