El límite de la moral

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Autora: Lia_Mend

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¿Qué haces cuando despiertas en medio del bosque sin recordar cómo llegaste ahí?

Normalmente llamaría a alguien o buscaría ayuda, una persona en todos sus sentidos huiría sin mirar atrás y se pondría a salvo.

Quería ser una persona normal y reaccionar ante mis instintos cuando éstos me dicen que no me fíe de nada, pero necesitaba respuestas aún sin saber las preguntas.

Miré a mi alrededor intentando orientarme o buscar una pista. No había nada, solo enormes árboles rodeando un sendero que no dudé en tomar, sabía que no podía quedarme en el lugar sin hacer nada.

Mis enormes tacones no estaban fabricados para este tipo de situaciones y mis pies ya empezaban a doler, nadie me vería así que no dudé en quitarlos y caminar descalza intentando sortear las ramas del camino.

Mi móvil emitió un sonido tenue indicando que había recibido un mensaje de texto.

" Revisa el contenido adjunto" ese era todo el mensaje.

Debajo se encontraba un vídeo corto; dudé unos segundos antes de darle a reproducir.

La cara de una chica arreglada y bien maquillada le sonreía a la pantalla mientras caminaba con un chico por una carretera bien concurrida.

Era yo, sabía de cuando era ese vídeo y conocía perfectamente a la persona que me acompañaba. Acababa de recordar por qué estaba aquí...

Mi desesperación aumentó cuando recordé los acontecimientos del día de ayer.

Estaba en casa...pelea... secuestro... amenazas. Todo estaba un poco desordenado en mi cabeza, pero no tenía dudas de algo. Habían secuestrado a mi hermano.

No era que no lo mereciera, pertenecer a la mafia es lo que tiene, si le haces daño a los demás o juegas a ser Dios tarde o temprano el mundo te lo paga, pero igualmente era mi hermano pequeño y sabía que no podía darle la espalda, aunque mi placa de policía me decía a gritos que tenía que hacer todo lo contrario.

—Aquí está la heroína de la familia. Siempre intentando hacer lo correcto. —dejaron salir esos labios carnosos que en algún momento de mi vida fueron mi perdición. Ahora pertenecíamos a bandos contrarios.

—¿Qué quieres Lucius? ¿Dónde está mi hermano? Ya no soporto los estúpidos juegos que ustedes se traen entre manos.

—Sabes que no son juegos Claret, cuando era mi amigo tal vez, pero la traición es algo que no olvido y todavía no he cobrado mi venganza por ello.

Le dio un gran mordisco a una manzana roja que sostenía en sus manos y con sus dedos limpió las comisuras de sus labios antes de indicarme con ellos que lo siguiera.

Si las cosas no estuvieran en esta situación ya me hubiera tirado a sus brazos como en los viejos tiempos, pero debía recordarme en un primer momento por qué me alejé de él casi antes de pararnos en un altar.

No sabía de qué traición hablaba si mi hermano y él siente fueron mejores amigos, pero algo grave había pasado cuando estaba cruzando todos los límites de esta forma.

Caminamos por el mismo sendero por el que yo había pasado por casi una hora, no nos tocamos ni hablamos en todo ese tiempo y ya me cansaba de no tener idea de lo que pasaba.

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