El inicio del fin

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AutorGaboniz

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  Había un silencio absoluto, uno que le permitía a ella mantenerse ahí de pie sin ser molestada por nadie o algo más. Estaba tan estática debido a su mar de dudas que no parecía que se movería por el resto de la eternidad, sus hermosos y largos cabellos al contrario eran movidos constantemente por la fuerza del viento a su alrededor, era extraño pero esa brisa que la rodeaba no se sentía como cualquier otra, había algo en ella que le congelaba cada parte de su cuerpo.

Se sentía como si la naturaleza estuviera dándole su propia advertencia para no proseguir con sus acciones, tratando de hacer todo lo posible para que ella no cometa lo que probablemente sería un error grave. Sin embargo, nada de esto tenía efecto en ella, realmente no parecía importarle mucho más que una sensación de disgusto por su joven y voluptuoso cuerpo. Ni siquiera el ambiente sería capaz de hacer reaccionar unos oídos sordos.

Ese día cubría los hermosos campos con una luz solar demasiada escaza, no era para nada algo comparable a los típicos días soleados que le permitían a las flores destacar con sus envidiables colores únicos, la mayoría del cielo estaba conquistado por las nubes grises que no representan nada más que la tristeza y agonía. La sombra que le daba el imponente árbol frente a ella hacía un buen trabajo en cubrirla, cubrir a una mujer con una cara donde el sentimiento adueñado es la inseguridad.

—¡Vamos! ¿Qué tanto esperas para hacerlo? —Finalmente una voz perturba todo el silencio, perturba con ese tono tan malévolo que consigue sacarle una reacción a ella, una mala reacción.

—No estoy tan segura de esto amigo... ¿y si algo malo ocurre?

—«Maldita sea, se supone que ella es solo una estúpida ignorante, ¿por qué se opone tanto?» —Ajeno a sus agresivos pensamientos, él le ofreció la mejor sonrisa que pudo para tranquilizarla, cosa que vino con el efecto opuesto—. ¿Qué cosa podría pasar porque comas una fruta querida? Estas siendo muy exagerada.

—No lo sé, él nunca nos dijo que teníamos permitido hacer esto. Temo que pueda hacerlo enojar por tomar algo que no me pertenece.

—¡Si nunca dijo que tenían permitido hacerlo es porque no significa que esté prohibido! No siempre debes pensar tanto las cosas, hay varias de ellas que no se dicen porque quedan sobreentendidas. Él dijo que podrían hacer todo lo que quisieran aquí, no veo por qué hacer esto lo molestaría, además: él es la persona más benevolente que existe, estoy seguro de que jamás te pondría un dedo encima.

—Si lo dices así...

—¡Claro! No tienes de qué preocuparte. Es imposible que se enoje solo porque tú disfrutes de un lujo por primera vez. Así que vamos querida, ¡tómala y disfruta de su dulzura!

¿Qué debería hacer? Todo lo que le ha dicho suena razonable, no es posible que él se altere solo por agarrar una fruta nueva... ¿cierto? No, no lo sabe y se odia por eso, por no saber.

¿Cómo es que ella no sabe casi nada sobre tantas cosas? ¿Por qué le resultaba tan difícil aprender más allá de lo que necesita? ¿Acaso nació para ser así? ¿Acaso se decidió que fuera así?

Si ella llegaba a hacer eso, ¿habría algún cambio en su vida? La respuesta a tal incógnita la carcomía de necesidad y miedo. A pesar de todas sus dudas jamás se quejaría de su vida, amaba con todo su ser a su cariño, lo amaba tanto que esa era una de las principales razones por la que realmente temía de actuar, que la separen de su amor seria incluso peor que matarla, es por eso por lo que aún no se ha encontrado con una decisión definitiva.

Pero el haber llegado hasta aquí significaba demasiado como para volver y pretender que no había pasado nada, y nuevamente la duda cae en lo mismo: su amigo le recomienda hacerlo asegurándole que no pasara nada, ¿por qué debería desconfiar de su palabra?

—Solo terminemos con esto.

—¡Por supuesto querida! Agárrala y experimentaras el mayor placer de tu vida.

Extender su mano para agarrar el fruto y arrancarlo del árbol es fácil, lo difícil era actuar de una buena vez. Todo en ella comenzó a temblar, hasta que su acompañante se acercó a ella.

—¿Crees en mí?

—Por supuesto que lo hago.

—¡Entonces hazlo!

Y lo hizo, con los ojos cerrados aproximó su boca hacia la fruta conocida como manzana, dándole el mayor mordisco que había dado hasta el momento y...

Y...

¿Y...?

—Entonces, ¿qué tal?

Que pregunta tan malvada, para una respuesta tan inocente.

—¡Es fantástica! —saboreando tal sensación en su boca, se llevó su mano desocupada a la mejilla, teniéndola muy sonrojada por el fantástico momento que estaba pasando—. Quiero decir, ni siquiera sé cómo describirlo, ¡es un sabor que jamás había pensado en probar!

—Y... ¿tenía razón?

—¡Totalmente! Perdóname un momento, pero le tengo que llevar esto a Adán para que lo pruebe, me parece aberrante que yo pueda experimentar esto sin él. Aparte, estoy empezando a creer que necesito algo mejor para cubrirme...estas hojas son buenas, pero me estoy sintiendo insegura con ellas de repente, pero eso lo veré después, ¡me tengo que ir ahora serpiente! ¡Pero gracias por mostrarme esta fantástica fruta, te quiero mucho amigo mío!

Con esa pobre estúpida alejándose, la serpiente no podía evitar reír a todo pulmón.

—Yo también te quiero mucho amiga mía.

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