Nueve

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Volví a la habitación, aún en shock, para encontrarme a Hayes y a Connor intentando meter a Nash dentro de la maleta.

-Déjenmelo a mí. -dije seria. Ellos me miraron, y luego se miraron entre ellos extrañados, para luego alejarse de Nash, -y de mí, por supuesto-.

Pero, no los culpo, acabo de enterarme de que mi vida está arruinada por séptima vez en el mes -y éso que estamos a catorce de abril- y no me siento para nada bien. Aunque bueno, es algo común en mí cuando nos enteramos de que tenemos nueva niñera, ¡Tengo 16! ¿Acaso mis padres no entienden que Nash y yo somos lo suficientemente responsables?

¡Sólo mírenme! ¡Estoy escondiendo un cuerpo y nadie sospecha nada!

Abrí completamente la maleta, y metí a Nash -todo retorcido- dentro de ésta.

Lancé la maleta al suelo, y escuché un quejido.

-¿Ya despertó? -preguntó Hayes, con el ceño fruncido.

Connor se encogió de hombros, a la vez que me ayudaba a arrastrar la maleta por el suelo.

Salimos de mi habitación, y arrastramos la maleta por el pasillo. Al llegar a las escaleras, los tres apoyamos nuestras manos sobre la maleta y comenzamos a empujar hacia el primer escalón.

-¿Qué demonios están haciendo? -preguntó Nash, aún dentro de la maleta.

-Uno... -comenzó Connor.

-Dos... -le siguió Hayes.

-¡Tres! -gritamos a la vez, y empujamos la maleta, la cuál cayó por las escaleras dándose vueltas incontables veces, y chocando con los barandales de los costados aún más. Y todos esos sonidos, mezclados con los gritos de Nash, fueron música para mis oídos.

Cuando la maleta chocó contra el sofá, Hayes y Connor bajaron la escalera, y comenzaron a arrastrarla hacia fuera de la casa, para poder subirla a la camioneta. Yo, en cambio, me di media vuelta y me encaminé hacia la habitación de Skylynn.

Abrí la puerta, pero antes de que pudiera entrar, el grito de Skylynn retumbó en mis oídos.

-¡¿Qué no sabes tocar?! -cerré fuertemente la puerta, suspiré. Toqué tres veces, y la dulce voz de Skylynn inundó mis oídos- ¿Sí? -Maldita niña bipolar.

-Soy yo, Amy, ¿Puedo pasar? -pregunté con la voz más dulce que pude lograr?

-¡Claro! -abrí la puerta, y me encontré a Skylynn sentada en el regazo de mi madre, jugando a los caballitos, mientras que mi madre intentaba contener la risa- ¿Qué pasa, Amy? -preguntó con una vocesita tierna.

-¿Vamos al parque? -Mi madre abrió los ojos con sorpresa y frunció el ceño, a la vez que Skylynn se ponía de pie con alegría.

-¡Por supuesto que sí! -corrió hacia su armario y sacó un par de vans rosadas que Nash le había regalado por su cumpleaños.

-¡No! -exclamó mamá- ¡Ya está anocheciendo y es muy peligroso!

-Mamá... -suspiré- Nash y yo queremos... -Piensa Amy, ¡Piensa! -Queremos comenzar a caminar durante las noches, er... Para bajar de peso. -reí nerviosamente y tomé mi estómago con mis manos.- Estamos bastante gorditos... Así que, Connor y Hayes se sumaron con sus bicis y patinetas, y... -tragué saliva- Quería saber si Sky quería venir también con sus... patines, o con su bici. -sonreí forzadamente.

Mi madre miró a Skylynn ponerse las zapatillas, y luego suspiró.

-Son las 7.30, Amanda, dentro de poco comenzará a oscurecer. -dijo severamente.

-Lo sé, pero no pasaremos de las 8.30 o nueve. -dije con cara de súplica.- ¡Por favor, es sólo ir a pasear por el parque y regresar!

Skylynn se paró a mi lado junto con su monopatín rosa, y le hiso ojos de cachorro a mi madre.

Ella la miró fijamente unos segundos, y luego bufó.

-Bueno... Pero los quiero a las 8.40 en casa. ¿De acuerdo?

-¡Sí! -exclamamos Skylynn y yo a al vez.

Tomé a Skylynn en brazos, y tomé su monopatín con mi otra mano, para luego comenzar a caminar por el pasillo, bajar las escaleras, atravezar la casa, y subir al auto.

-Bueno, ¿Para qué es todo ésto? -preguntó Connor.

-Tenemos un tema muy serio del cuál hablar. -dije yo, comenzando a conducir.

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