Capítulo 4: El pretexto perfecto.

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Al día siguiente mi primera tarea fue buscar a Adriana antes de que en la prepa tocaran el timbre de inicio de clases. Durante toda la noche había estado despertando a ratos buscando el pretexto perfecto para hacer que mi novia aceptara pasar la noche en mi casa. Lo peor del mundo sería revelarle mis oscuras y pervertidas intenciones. Si lo hacía de manera muy directa ella terminaría por echarlo todo a perder, como ya sabía que era su especialidad.

A eso de las 2 de la madrugada di con el pretexto perfecto y no volví a despertar hasta las 6 a prepararme para la escuela. Antes de salir de casa volví a escuchar los sermones de mis padres que básicamente me pedían que me portara bien y que hiciera mi tarea y mis quehaceres. Papá volvió a insistir con que sacara la basura.

Yo conocía lo suficiente a mis papás como para saber que me dejaban aquel día muy nerviosos con la casa sola, pero también sabía que su nerviosismo no se debía al viaje en sí mismo. Cuando llegué con Adriana ya en la escuela, observé a aquella niña más hermosa que nunca. Estaba de pie en una mesa de concreto, metiendo hojas perforadas en su carpeta. Estaba sola, y de forma instintiva mis ojos se fueron a sus bien formadas piernas y a las curvas pronunciadas de sus caderas, esas curvas que no se disimulaban ni con lo holgado del suéter que llevaba puesto, entonces supe la razón del nerviosismo de mis padres.

Me acerqué a ella con toda la naturalidad del mundo dispuesto a mostrarme preocupado porque ya se acercaba la temporada de exámenes.

«Debemos empezar a estudiar», fue lo que le propuse.

—No es mala idea. Las cosas hechas con tiempo suelen salir mejor, mi amor.

—¿En mi casa? —le dije, temiendo haberlo mencionado demasiado pronto.

Su respuesta fue una sorpresa para mí. Honestamente no me lo esperaba.

—Me parece bien.

¿En serio había sido tan fácil? ¿Para eso me estuve desvelando buscando el pretexto perfecto?

Pero dicen que del plato a la boca ...

—... si es que están de acuerdo tus papás, yo les puedo pedir permiso a los míos para que me dejen ir a tu casa.

Las alarmas comenzaron a sonar dentro de mi cabeza.

—Si, claro—carraspeé y añadí—: me refiero a que lo estarían si fueran a estar con nosotros.

—¿No están tus papás?

—Salieron a la capital... bueno, van a salir esta tarde, pero no importa —me apresuré a decir — porque nos conocen y saben que jamás nos atreveríamos a hacer algo malo.

Ella se quedó pensando durante unos segundos que me parecieron la eternidad. Podía sentir que mi «ingenioso plan» había terminado allí. Mi novia no sólo era hermosa, también era la niña más inteligente del salón — junto conmigo, obviamente — y sobre todo, me conocía mejor de lo que juraba yo conocerme a mí mismo. Eso pasa cuando llevas muchos años con una persona. Pensaba que había sido un tonto creyendo que iba a engañarla así como así. Por eso cuando escuché su respuesta, no la creí.

—Está bien. Acepto.

—¿En serio?

—¡Claro! Sólo vamos a estudiar, ¿no?

¡Por supuesto! — respondí y el trato quedó hecho para encontrarnos esa misma tarde en mi casa a las 6 en punto.

***

Espera un nuevo capítulo todos los sábados a las 9:00am hora de la Ciudad de México. 

Buenos muchachosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora