Capítulo 5

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El caso de la perla rosa (continuación)

A

l ver partir a su compañero, Tommo quedó pensativo. Harry parecía estar muy seguro de cuanto hacía, y él, en cambio, no. Había una o dos cosas que, a su juicio, aún quedaban por poner en claro.
Se hallaba todavía junto a la ventana contemplando distraída la calzada
cuando vio de pronto que un hombre salía de una de las puertas, cruzaba la calley hacía sonar la campana de la puerta.

Como un relámpago, Tommo salió del cuarto y bajó rápidamente las
escaleras. Gladys Hill, la camarera, iba a contestar a la llamada, pero Tommo le obligó con un gesto autoritario a que se retirara. A continuación se dirigió a la
puerta y la abrió de par en par.

Un joven alto, muy alto, con ropas de un corte bastante deplorable y ojos ávidos
y oscuros, apareció en el umbral. Titubeó un instante y después preguntó:
-¿Está miss Coleman Bruce?
-¿Quiere usted tener la bondad de entrar?
Se retiró a un lado para dar paso al joven.
-Mister Elordi, ¿no es así? -preguntó con dulzura.
-Sí, el mismo.
-¿Quiere usted venir por aquí?
Abrió la puerta del despacho, que volvió a cerrar una vez hubieron entrado
ambos. Estaba vacío.

-Quiero ver a miss Coleman Bruce -dijo Elordi volviéndose a él y
frunciendo el entrecejo.
-No estoy muy segura de que pueda conseguirlo -respondió Tommo con
voz sosegada.
-Oiga, ¿quién demonios es usted? -preguntó Elordi con rudeza.
-Agencia Internacional de Detectives -respondió lacónicamente
Tommo.

Al ver el efecto que sus palabras habían causado en su interlocutor prosiguió:
-Tenga la bondad de sentarse, mister Elordi. Empezaré diciendo que todos
estamos enterados de la visita que miss Coleman Bruce le hizo esta mañana.
El tiro, disparado al azar, había dado en el blanco. Dándose cuenta de la consternación de su víctima, prosiguió sin pausa:
-Es la recuperación de la perla lo que en estos momentos les interesa a
todos, mister Elordi, no la publicidad. Creo que podríamos llegar a un arreglo.

El joven se la quedó mirando fijamente.
-No sé exactamente dónde quiere usted ir a parar -dijo pensativamente-.
Déjeme pensar un momento.
Hundió la cabeza entre las manos; después hizo una pregunta tan curiosa
como inesperada.
-¿Es cierto que el joven Mendes va a casarse pronto?
-Lo es. Conozco a la novia.

A partir de aquel momento Elordi se hizo más comunicativo.
-He sufrido mucho -confesó-. Han estado invitándole aquí mañana, tarde
y noche, y metiéndole a Zendaya por las narices. Y todo porque no ha de tardar en heredar un título. Si las cosas cambian, como espero...

-Bien, no hablemos de política -se apresuró a interponer Tommo-.
¿Tendrá usted algún inconveniente en decirme, mister Elordi, por qué cree usted que fue miss Coleman Bruce quien robó la perla?
-Yo no lo he creído nunca.
-No intente negarlo -replicó Tommo con calma-. Espera usted
escondido a que se marche el detective y cuando usted cree que el campo está
libre, viene y pide permiso para ver a la muchacha. Todo está claro como el
agua. De haber sido usted el autor del robo, no estaría ni la mitad de preocupado de lo que está en estos momentos.

-Su conducta era tan extraña... -comenzó a hablar el joven-. Vino a
verme esta mañana, antes de ir a no sé qué agencia de detectives y me explicó lo del robo. Parecía como ansiosa de decir algo, sin encontrar la forma de hacerlo.
-Bueno -añadió finalmente Tommo-. Todo cuanto yo quiero es la perla.
Más vale que ahora vaya y hable con ella.
En aquel momento se abrió la puerta y apareció el coronel Coleman Bruce.
-La comida está preparada, mister Robinsón. Espero que nos honrará usted
aceptando un asiento en nuestra mesa. El... -Se detuvo, mirando fijamente al
indeseado visitante.
-Por lo que veo -dijo mister Elordi-, no se decide usted a extenderme
esa misma invitación. Está bien, me voy.
-Vuelva más tarde -susurró Tommo en su oído al pasar junto a sí.

Pareja de sabuesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora