El caso de la mujer desaparecida.
El timbre que había sobre la mesa de mister Burguess (Agencia Internacional de Detectives, gerente, Harold Burguess) dejó oír su sonido que daba la señal de alarma. Al instante, Tommo y Harry corrieron a sus respectivos agujeros de observación desde donde podía verse lo que ocurría en la oficina exterior. Timothée, fiel a su consigna, se dedicaba a su tarea de entretener a los posibles clientes con artísticas y elaboradas historietas.
-Voy a ver, caballero —decía—; pero me temo que mister Burguess estará
muy ocupado en este instante. Tiene una conversación telefónica urgente con Scotland Yard.
—Bien, en ese caso esperaré —contestó el visitante—. No tengo en este
momento ninguna tarjeta mía. Dígale usted que me llamo Gabriel Stavansson.El cliente era un magnífico ejemplar de masculinidad con una altura de poco
más de metro ochenta, cara bronceada, en la que se veían claramente las huellas inconfundibles de los elementos, y unos ojos azules que hacían un marcado contraste con el color moreno subido de la piel.
Harry tomó rápidamente una determinación. Se puso el sombrero, cogió los guantes y abrió la puerta deteniéndose en el umbral.—Este caballero desea verle, mister Burguess —dijo Timothée. Harry frunció ligeramente las cejas y consultó su reloj de pulsera.
—Debo estar con el duque a las once menos cuarto —replicó.
Después se quedó mirando fijamente al recién llegado.
—Puedo concederle todavía unos minutos. Tenga la bondad de pasar —
añadió. El visitante hizo lo que le indicaban y entró en el despacho interior donde Tommo le esperaba, tieso como un huso y con un grueso bloque de papel y un lápiz entre las manos.
—Mi secretario confidencial, mister Robinson —manifestó, haciendo la
presentación—. Ahora, caballero, le agradecería me explicara el objeto de su visita. Aparte del hecho de que es urgente, de que ha venido en taxi y de que ha estado usted recientemente en el Ártico, o en la Antártica, no sé nada de usted.
—¡Maravilloso! —contestó, sorprendido, el visitante—. Creí que los detectives sólo hacían estos alardes en los libros. Su mensajero no ha tenido siquiera tiempo de darle mi nombre.—Eso no tiene importancia. Esas mismas deducciones podía haberlas hecho un niño cualquiera de la escuela. Los rayos del sol de medianoche en el Ártico tienen una acción especial sobre la piel debido a su gran cantidad de rayos aclínicos. No tardaré mucho en publicar una monografía sobre el particular. Pero
veo que nos estamos alejando de nuestro punto. ¿Qué es lo que le ha traído hasta aquí en ese estado de depresión en que ahora se encuentra?
—Para empezar, mister Burguess, le diré que me llamo Gabriel Stavansson…
—¡Ah, vamos! ¿El conocido explorador que, según creo, acaba de llegar de
una excursión por los helados parajes del Polo Norte?—Sí; hace tres días que desembarqué en Inglaterra. Un amigo que estaba
navegando por los mares del Norte me trajo en su yate. De otro modo habría
tardado quince días más en regresar. Ahora debo decirle, mister Burguess, que antes de zarpar para esta última expedición, de esto hace ya dos años, tuve la gran fortuna de entrar en relaciones formales con mistress Maurice Leigh Gordon…
—Mistress Leigh Gordon era antes de su primer matrimonio…
—La honorable Hermione Crane, segunda hija de lord Lancaster —concluyó diciendo Tommo, como muchacho que recita una lección—, que murió, si no me equivoco, en la última guerra.Harry le echó una mirada de complacida sorpresa. Stavansson hizo una señal de asentimiento e inmediatamente prosiguió:
—Exacto. Como decía, Hermione y yo estábamos comprometidos. Yo le
ofrecí renunciar a dicha expedición, pero ella, ¡Dios la bendiga!, no quiso aceptar lo que para mí hubiese constituido un verdadero sacrificio. Es, sin duda, la clase de mujer que en realidad corresponde a un explorador. Pues bien, mi primer pensamiento al desembarcar fue el de ver a Hermione. Le envié un telegrama sesde Southampton y me vine aquí en el primer tren. Sabía que estaba viviendo
en estos momentos con una tía suya, lady Susan Clonray, en la calle Pont, y allí me dirigí. Con gran desencanto supe que Hermy se hallaba de visita en casa de unos amigos de Northumberland, y que no regresaría hasta dentro de unos días.
Como y a le dije, mi vuelta no era esperada hasta la quincena siguiente. Al preguntar por la dirección de dichos amigos observé que la vieja tartamudeaba sin acertar a decir exactamente el nombre de la familia con que Hermy se había ido a vivir temporalmente. Debo confesarle, mister Burguess, que lady Susan es una mujer con quien no he llegado nunca a congeniar. Es gorda, cosa que por idiosincrasia me molesta y a sobremanera en cualquier mujer, y tiene una papada absurda que le cuelga casi hasta la mitad del pecho. No lo puedo remediar; detesto la obesidad.
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Pareja de sabuesos
Hayran KurguCuando el amable Harry Styles queda desempleado y sin mayores perspectivas de futuro al finaliza la primera guerra mundial, se percata que la vida no es como él imaginaba, No obstante el reencontrar aun viejo amigo de infancia, Louis Tomlinson, má...