Capítulo 9

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El hombre disfrazado de periódico.

Eran ya más de las tres cuando la pareja de investigadores, cansado y mohíno, llegó a su casa. Pasaron horas antes de que Tommo lograra conciliar el sueño. La imagen de aquella muchacha con el horror pintado en sus pupilas no podía borrarse de su memoria.

Después del revés de Harry  con el caso de siniestro desconocido, esa misma noche llegando a casa, y ya en privado, Tommo le reclamó su falta de prudencia y atención a los detalles, que pudieron costarle la vida, lo que condujo una discusión, las disculpas de Harry y para terminar de contentar a un ofuscado y preocupado Tommo, el rizado lo cargó en brazos y lo llevo a su habitación por primera vez, lugar que se había convertido de ambos y que había ayudado a lograr, que esa noche y la actual pudiera dormir al final de cuentas, confortado por el calor de Harry.

Despertó bien entrada la mañana sólo para encontrar a Harry ya vestido y en pie junto a la cama.
—Despierta, preciosidad. El inspector Marriot y otro señor desean verte con
urgencia.
—¿Qué hora es?
—Cerca de las once. Voy a llamar a Alice para que te traiga una taza de
café.
—Sí, hazlo, por favor. Y dile al inspector que estaré con él dentro de diez
minutos.
Un cuarto de hora después entró presuroso en el saloncillo. El inspector
Marriot, que estaba sentado con gran seriedad, se levantó para saludarlo.
—Buenos días, mister Tomlinson. Aquí le presento a sir Arthur Merivale.

Tommo estrechó la mano que le tendía un caballero alto y delgado de
esquiva mirada y cabello gris.
—Se trata del triste incidente de ayer noche —dijo el inspector—. Quiero que sir Arthur oiga de sus propios labios lo que ayer me contó. Las palabras que la pobre señora pronunció antes de morir. Sir Arthur es un hombre difícil de convencer.

—No puedo creer —dijo el otro—, ni creeré jamás que Bingo Hale haya
tocado un solo pelo de la ropa de Veré.
—Hemos hecho algunos progresos desde anoche, mister Tomlinson.
Primero de todo logramos identificar el cadáver. Se trata de lady Merivale.
Inmediatamente nos pusimos en contacto con sir Arthur, que se presentó en el depósito y reconoció el cuerpo al instante y quedó, como es natural, horrorizado.
Después le pregunté si conocía a alguien con el nombre de Bingo.
—Tenga en cuenta, mister Tomlinson —dijo sir Arthur—, que el capitán
Hale, conocido entre sus amistades con el nombre de Bingo, es el mejor amigo
que yo tengo. Puede decirse que vive con nosotros. Estaba en mi casa cuando le arrestaron esta mañana. Estoy seguro de que han cometido ustedes un error; que no fue su nombre el que pronunciara mi esposa.

—No hay equivocación posible —replicó Tommo con calma—. Recuerdo muy bien sus palabras: « Fue Bingo» .
—¿Lo ve usted, sir Arthur?

El desgraciado marido se desplomó sobre una de las sillas y se cubrió el
rostro con las manos.
—Es increíble —exclamó—. ¿Qué motivo pudo haberle obligado a cometer un acto así? ¡Oh!, sé lo que usted piensa, inspector Marriot. Cree que Hale era el amante de mi esposa. Pero aunque así fuera, cosa que no admito ni por un solo momento, ¿qué razones pudo tener Bingo para matarla?

—No es muy correcto lo que voy a decir, pero me consta que el capitán Hale ha estado, durante estos últimos tiempos, haciendo la corte a una joven
estadounidense, poseedora de una gran fortuna, por cierto. Si lady Merivale
hubiese querido mostrars desagradable, hubiese podido fácilmente estropear esa
boda.
—Esto es un insulto —dijo sir Arthur poniéndose súbitamente en pie.
El otro trató de calmarle con un gesto.

—Le ruego que me perdone, si Arthur, pero sé muy bien lo que me digo. Me
dice que usted y el capitán Hale decidieron asistir a esa fiesta. Su esposa estaba ausente, según creo, en uno de sus tantos visiteos, y usted no tenia la menor idea de que pudiera encontrarse allí presente.
—Así es.
—¿Quiere usted, mister Tomlinson, enseñarle el anuncio de que me habló?
Tommo hizo lo que le pedía.
—Esto, a mi juicio, está claro como el agua. Fue insertado por el capitán para llamar la atención de su esposa. Habían ya convenido de antemano en
encontrarse allí. Pero usted decidió hacerlo solo el día anterior, así es que hubo necesidad de advertirla. Esto explica la frase de « imprescindible achicarse al rey » . Usted encargó su disfraz a última hora en una ropería de teatro, mientras que el del capitán Hale consistía en uno de manufactura completamente casera.

Pareja de sabuesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora