capítulo 6

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La aventura del siniestro desconocido

—¡Qué día más aburrido! —dijo Harry bostezando desesperadamente.
—Es casi la hora de tomar el té —contestó Tommo, haciendo lo propio.
La Agencia Internacional de Detectives no daba muestras de una gran
actividad. La esperada carta del comerciante ruso de jamones no había llegado aún y los casos dignos de ser tenidos en cuenta brillaban por su ausencia.

Timothée, el mensajero de la oficina, entró con un paquete sellado que dejó
sobre la mesa.
—El misterio del paquete sellado —dijo Tommo—. ¿Contendrá acaso las
fabulosas perlas de la gran duquesa rusa? ¿O se trata quizá de una máquina infernal encargada de hacer volar a los brillantes agentes de Burguess?

» A decir verdad —aclaró Tommo poniendo al descubierto el contenido—,
se trata de mi regalo de boda a Francis Haviland. ¿Verdad que es bonito? Harry cogió la fina pitillera de plata que aquel le alargaba, se fijó en la
fina inscripción: « A Francis, de Tommo» , que había en la tapa, la abrió, la cerró e hizo un gesto de aprobación.

—Veo que te gusta tirar el dinero —observó—. La próxima vez que yo
cumpla años, me pienso comprar una pitillera como esta, sólo que de oro. Me extraña que hagas esos despilfarros tratándose de Francis Haviland, que, como sabes, nació, es y morirá burro.

—Olvidas que yo fui su chofer cuando él era general durante la guerra. ¡Ah,
qué días aquellos!
—¡Y que lo digas! —asintió Harry—. Mujeres hermosísimas, venían a
estrechar mi mano en el hospital. Pero ¡vaya!, no se me ha ocurrido pensar que por ello me viera obligado a enviarles regalo de boda a todas ellas. No creo que la novia te agradezca mucho el presente, Tommo.

—No me dirás que no es bonito.
—No, no —dijo Harry, metiéndoselo tranquilamente en el bolsillo—.
¡Hombre! Aquí viene Timothée con el correo de la tarde. Posiblemente la duquesa nos confíe la misión de encontrar a su desaparecido pequinés.
Entre los dos revisaron la correspondencia. De pronto Harry lanzó un prolongado silbido.

—Una carta azul con un sello de Rusia —exclamó—. ¿Recuerdas lo que el
jefe nos dijo? Que estuviésemos siempre a la expectativa, por si llegaba alguna precisamente con estas señas.
—¡Oh, qué emocionante! ¡Por fin ha ocurrido algo! —gritó Tommo—.
Ábrela y mira si el contenido está de conformidad con lo que nos dijeron.

Un fabricante de jamones, ¿no era eso? Espera. Necesitaremos un poco de leche para el té. Se olvidaron de dejarla esta mañana. Voy a enviar a Timothée a que compre un poco.
Al volver de dar sus órdenes al mensajero, se encontró a Harry leyendo
una hoja de papel, también azul.
—Como nos figurábamos, Tommo —observó—. Casi palabra por palabra,
lo que dijo el jefe.

Estaba redactada en un inglés pulcro y era, al parecer, de un tal Gregor
Feodorsky, que estaba ansioso por tener noticias de su esposa. Se urgía a la Agencia Internacional de Detectives a no escatimar gasto alguno en su búsqueda.
Le era imposible salir en aquellos momentos de Rusia debido al gran descenso experimentado en el mercado de la carne de cerdo.
—Me gustaría saber lo que todo esto significa —dijo Tommo dejando la
carta sobre la mesa y tratando de alisar sus arrugas con la palma de la mano.
—Supongo que estará escrita en clave —respondió Harry—. De todos
modos, eso ya no es asunto nuestro. Nuestras instrucciones son copiarla y
mandar el original inmediatamente a Scotland Yard. Mejor será que
comprobemos si debajo del sello aparece, como nos dijeron, el número dieciséis.

Pareja de sabuesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora