CAPÍTULO 4

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Dhampir:

Criatura mitad humana-mitad vampiro. Ser único de sangre mestiza (humana/mágica). Solamente aparece un único espécimen en el nacimiento de la Uidhe, pues forma parte de su profecía. Es la fuente espiritual de energía de Ella. Necesita de sangre, pero en menor medida y frecuencia. Puede comer alimentos corrientes.

Puntos fuertes: Gran fuerza y velocidad (proveniente del gen vampírico)

Puntos débiles: Uidhe. Si se encuentra lejos de ella, se debilita hasta el punto de morir su parte humana. En ese caso, se convierte en vampiro.

Característica especial: Colmillos muy largos y ojos rojos. Puede exponerse a la luz solar sin problemas (más que un posible cáncer de piel).

***


Genial. Tendría que retomar la conversación con Alec en otro momento, y sabiendo quién había picado sería dentro de un buen rato: mi amiga de la universidad, Ana.

Era una chica bajita, con la piel pálida y una melena lacia de cabellos dorados que enmarcaban una cara redonda. Sus ojos, verde esmeralda, reinaban sobre una nariz pequeña y respingona y unos labios pizpiretas.

― ¡Hola, Lara!―Exclamó Ana abrazándome con fuerza.

Se apartó de mí cogiéndome por los hombros.

―Hola, Ana.―Sonreí. Sabía que me había quedado sin saber qué pasaba con aquella llamada, pero no podía evitar alegrarme por verla. Siempre me resultaba un soplo de aire fresco sobre mis dramas. Ella siempre tenía problemas más graves que yo y ambas nos apoyábamos, aunque, pensándolo bien, estaba en una situación excepcional. Aquella vez, no podría superar el mío.

Me miró de arriba abajo.

― ¿No me digas que estabas en la ducha cuando te he picado?

―No, ya estaba fuera... Bueno, ¿cómo estás? Hacía tiempo que no te veía.

―Todo genial. Ayer llegué de Sevilla. Es precioso, chica. Tenemos que ir algún día juntas.

Me reí.

―Algún día...

Sería un alivio poder escapar de todo aquello aunque sólo fuera unos días.

― ¿No me vas a invitar a entrar? ―Entonces miró dentro y vio a Alec concentrado en la televisión.―Vaya, no sabía que Alec estaba aquí. ―Me lanzó una sonrisa pícara mientras estudiaba a Alec de arriba a abaja con la mirada.

Extendí un brazo para prohibirle el paso.

―Es mío. Ya lo sabes.―Hice una pausa para hacer más hincapié en mis palabras.―Has venido en un mal momento. ¿Puedo llamarte luego?

Me miró a la vez que me callaba. Ni yo misma sabía que debía hacer. Después de todo, Alec tenía que aclararme muchas cosas. No era buen momento para que Ana se entretuviese con él. Quería solucionarlo todo cuanto antes.

― ¡Ah! Ya lo entiendo.―Dijo con tono meloso.― ¿Ha sido una noche loca? Luego me dices a mí...

―Más o menos... ―Sí, pero ni de lejos lo que ella estaba pensando.

―Bueno, entonces te dejo tranquila... Hola.―Sonrió de pronto mirando detrás de mí.

―Hola, Ana. Cuánto tiempo.―Dijo Alec a mi lado mientras le daba dos besos. ―Tengo que hacer unas llamadas. Luego hablamos. ―Guiño un ojo y, mientras a Ana se le iba la mirada con mi escultura romana caminando medio desnudo al salón, cogió el teléfono móvil y contestó.

Al Anochecer: La diosa y el mestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora